JOSÉ MANUEL HERRERA VILLA

Por: José Manuel Herrera Villa*

La Administración se define ordinariamente como el arte de ‘‘conseguir que se hagan las cosas”, nos dice Herber Simon; de la misma manera, refiere que, dado que la “buena» administración es un comportamiento que se adapta de manera realista a sus fines, de la misma manera que una «buena” empresa es un comportamiento económico calculado con exactitud para obtener ganancias, la teoría de las decisiones administrativas se ocupará forzosamente, en alguna medida, de los aspectos racionales de la elección.

Nos ayudan tales expresiones, para decir con Horkheimer, que el discurso administrativo nos parece que se le puede ubicar en una racionalidad práctica, instrumental y no en una racionalidad teórica. Por ello no puede colocarse al lado de las ciencias naturales como lo ven los positivistas y los realistas, a decir de Bunge. El discurso administrativo se aleja de preocupaciones teóricas, de justificar creencias como verdaderas ya lógicamente o ya por evidencia empírica, y se destina a la justificación de decisiones desde la racionalidad económica, hombre económico u hombre administrativo, recalca Simon.

Se ocupa de medios respecto a fines, de la elección de estrategias en busca de ciertas consecuencias intencionales, poéticas, ubicadas en el imperativo moderno de maximización de dinero y poder, como indica Apel, en la formación de cierto comportamiento administrativo. Se ocupa de la generación de modelos o tipos ideales administrativos, como medio, afirma Barnard, para los fines de maximización y de la extracción de plusvalor de la fuerza de trabajo, compitiendo con otros modelos administrativos. Objetivándose como comportamiento administrativo deseado, por argumentación estratégica, aun hostil. Desde una preocupación práctica mostrará sus bondades pragmáticas señala Rorty, de mejorar la productividad, eficiencia, eficacia, calidad, rentabilidad, lucro, como confirma Koontz, no de búsqueda de la verdad.

En conclusión, bien y mejor podemos decir que el discurso administrativo se puede ubicar en una racionalidad práctica no en una racionalidad teórica. Ello al no estar preocupado por la verdad, por la verificación, por el método científico, por generar creencias descriptivas contrastables empíricamente. Su preocupación es más bien práctica, siguiendo a la racionalidad instrumental, medio fin, artificial, intencional humana. El discurso administrativo será un buen medio para el logro de fines prácticos como de maximización de lucro, poder, dominación, eficacia, eficiencia; de extracción de plusvalor de la fuerza de trabajo; de cumplir con los imperativos de racionalidad económica, hombre económico, hombre administrativo. Todo ello en particular dentro de las organizaciones privadas, las empresas. Como señalé tenemos al menos dos facultades de la razón una teórica y otra práctica; pues el discurso administrativo tiene fines prácticos, no teóricos, que lo ubica mejor en la racionalidad práctica; ello se puede ver al menos, como se mostró en tres ejemplos de discursos administrativos preocupados por cuestiones prácticas como han señalado Simon, Mintzberg y Barnard.

*José Manuel Herrera Villa jomahevi@gmail.com Profesional en Administración y Finanzas. Especializado en Auditoría Integral. Formulación y Evaluación de Proyectos de Desarrollo.

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