Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
Desde siempre se ha dicho que los hábitos de la alerta y de la sensatez deben y tienen que gobernar nuestras vidas. Hoy, que no podemos distraernos ante las grandes como monumentales posibilidades de acción en un mundo globalizado, ya que algunas nos reconstruyen y otras nos derriban. Somos una generación de inmensos conocimientos, pero no es menos cierto que requerimos una sana como grande capacidad de raciocinio y sentido común, para poder tomar la orientación correcta ante la diversidad de escenarios virtuales que se nos presentan, los cuales pueden convertirnos fácilmente en marionetas a merced y servicio de un poder que nos esclaviza; más, cuando es bien sabido que no hay mayor vasallaje que confiarnos de dominadores amorales.
Necesitamos con urgencia por su importancia, voces bondadosas y nobles, que llamen a tener fuerza interior, laboriosidad y cordura, ante el sinnúmero de desconciertos que enrarecen los caminos y conducen a lo de inhumano. No podemos ser una ciudadanía comprometida con la degradación, sino erigidos sobre nuestro propio yunque, hacer del mundo un hogar de convivencia, solidaridad, ayuda mutua, respeto, provecho, querencia, ofrecerse y desvivirse por los demás, lo que requiere que nos cuidemos al máximo de endosemos a farsantes cuya pretensión es utilizara la gente a su antojo, tirarla a los opresores para que los destrocen y acaben su libertad, ya que no es válido entregarse a sujetos sin escrúpulos cuyo credo es la total falsedad.
Interesa volver a lo auténtico, reencontrarnos a nosotros mismos en los valores inmanentes, conocernos más y reconocernos mejor en bondad y verdad, camino a soportar y sustentar instituciones fortalecidas para el bien público y el desarrollo sostenible, ya que jamás ni nunca podremos reconstruirnos como sociedad, divididos por los intereses mezquinos y menos que menos calados por el desinterés de unos para con otros, lo que es a todas luces absurdo.
Hoy vemos una sociedad gobernada, administrada e intervenida por personas insensatas con propósitos y objetivos incongruentes para todos, aunque congruentes para ellos, de conformidad con los beneficios que bien y mejor persiguen sin que les importe el destino común. Llama a hacerse cruces tanto engaño, desavenencia, endiosamiento, servidumbre, necedad, infamia, sin el más mínimo atisbo de cordura. La humanidad no debe ni puede continuar bajo esas sombras de ignominia, Se impone definir límites, tener la voluntad para hacerlo y concentrar esfuerzos en búsquedas y procuras más justas y solidarias. Merecemos otros caminos para nuestra historia y existencia como humanos, para ser dignos de la vida que no muere y mostrarse debe articulada y armoniosamente en mejor forma con los menos favorecidos por la fortuna.
Tal actitud de cambio y transformación debe y tiene que implicar prudencia, madurez. Si bien importantes son nuevas técnicas, tecnologías, innovaciones, el poder de la información y el conocimiento mundializado, nos es menester como sociedad un sano espíritu que nos lleve a encontrar el camino cierto que debemos tomar. Es renunciar a cuanto resulte convulso, vago, y penetrar en lo compresivo y responsable, Es saber, mejor hacer e ir tras la esperanza que nos permita crecer como humanos que somos, por el camino cierto hacia el mundo y mejor porvenir que merecemos.
*Rubén Darío Ceballos Mendoza. Jurista rubencaballos56@gmail.com