Luis Gilberto Ramírez Calle

Por: Luis Gilberto Ramírez Calle*

Existe universal concepto respecto que la esencia de la seguridad ha radicado y sigue radicando en la solidez política, económica y social de los pueblos, lo mismo que en la más amplia cooperación y construcción de confianza en el mundo globalizado de vivimos. De ahí que deba asumirse siempre una postura activa frente a las crisis y adoptar solidaridades colectivas, lo que tiene un gran significado para la seguridad en su conjunto; toda vez que la seguridad de los países debe ser una condición soportada en la cooperación, potencia política y social de las naciones antes que en su capacidad militar. El nivel educacional y tecnológico de sus recursos humanos, la legitimidad de sus instituciones políticas, la cohesión social de su población, la solidez de su economía y el respeto irrestricto de sus compromisos internacionales, son aspectos sustanciales a la hora de evaluar la seguridad de un país en el mundo actual a lo que debe sumarse la capacidad y decisión de utilizar la fuerza militar para sostener sus derechos frente a cualquier agresión externa. Hoy, dados los cambios en el escenario mundial, la disposición, capacidad y reconocimiento internacional para integrarse militarmente a misiones de paz o de carácter humanitario de Naciones Unidas es considerada también como un elemento solvente de seguridad.

El más fuerte sostén de la estabilidad en el escenario internacional es la existencia de democracias sólidas, con desarrollos integrales, crecimientos económicos adecuados y la solvencia necesaria para atender las necesidades más acuciantes de las poblaciones. Para alcanzar ese nivel, debe andarse un largo camino de modernizaciones institucionales y sacrificios sociales, los cuales no pueden ser borrados por situaciones que estén más allá de la capacidad de manejo de un solo país, y precisan de la cooperación y solidaridad para ser solucionados. La disciplina fiscal y un adecuado manejo macroeconómico no deben caer en el vacío político internacional y no servir de nada frente a los impactos negativos de la economía globalizada; de ahí que deba pensarse en una doctrina de cooperación y seguridad regionales con visión positiva y con decisión manifiesta para así avanzar en el control de los gastos militares en la región.

En la esencia de la seguridad también está tener un gasto en defensa sano, objetivado en fuerzas armadas definidas por una opción racional y moderna de sus países, dentro de un marco de eficiencia fiscal por lo menos igual a la que se exige a cualquier sector público del Estado. son un servicio público, destinadas a proveer un parte importante de ese bien público perfecto llamado seguridad, Su estructura y equipamiento expresan de manera práctica cómo el Estado concibe el uso de la fuerza en el medio internacional, y constituyen un símbolo de esa última relación cuantificada dispuesta a usarse en defensa de los intereses amenazados.

Por lo mismo, si se habla de control de gasto militar, lo que significa no es privar a los países de un componente esencial y permanente de su poder nacional, sino situarlo en una dimensión adecuada a la apreciación estratégica que se hace del medio internacional y sus riesgos, incluidos los efectos positivos de las políticas de cooperación y diplomacia. Se trata de terminar con la compra ciega de «artefactos de guerra», siempre más tecnológicos y más caros, para pasar a un sistema de adquisiciones administrado por la racionalidad y la eficiencia. La calidad del gasto está determinada por la coherencia y racionalidad de lo que de invierte con los objetivos políticos nacionales, y se expresa en una composición de gasto exenta de elementos superfluos, que potencia las economías de escala y mejora los estándares no sólo respecto de los eventuales adversarios, sino fundamentalmente respecto de lo propio, de lo que actualmente se tiene.

Cada renovación de sistemas de armamento es un proceso que implica para las instituciones de la defensa temas de gestión y gerencia, de coordinación y de actualización estratégica, además de la compra de armas. De ahí la importancia de abrir un abanico de posibilidades para iniciar un proceso de revisión de lo propio junto con la construcción de lazos de confianza y cooperación con otros países debiendo ser una opción importante, las modernizaciones de las ramas, que incluye disminuciones de personal, mejoras sustantivas en sus niveles de instrucción, creación de un Estado Mayor Conjunto que dé origen a planificación conjunta y altos niveles de interoperabilidad, creación de nuevas unidades y fusión o eliminación de algunas, entre otras muchos asuntos por adelantar.

Se enmarca lo expuesto, en un concepto de modernización del Estado marcado por la nueva realidad estratégica que deben vivir los países y orientados hacia la generación de una política nacional de seguridad. Es tener una visión estratégica de lo que es la seguridad en el mundo moderno. Aparejado a lo cual, debe contenerse y limitar los gastos militares como complemento lógico de lo anterior. Para hacerlo posible se deben hacer esfuerzos por transparentar los presupuestos de defensa e iniciar los trabajos de la diplomacia que creen las atmósferas y las confianzas que permitan avanzar hacia soluciones positivas y pensar en la posibilidad de contar con nuevos instrumentos de trabajo en materia de seguridad regional como un Observatorio Regional de Conflictos, lo que ayudaría a los países a avanzar hacia la paz positiva, q1ue es la que se basa en tener creencias compatibles, principios comunes e ideales compartidos.

*Luis Gilberto Ramírez Calle. General (r) Ponal. Administrador. Asesor y Consultor en Seguridad, Inteligencia y Defensa Nacional. Abogado. Especializado en Derecho Administrativo

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