Periódico El Derecho
Bien entendido tenemos que la política es el ámbito de la sociedad relativo a la organización del poder. Es el espacio donde se adoptan las decisiones que tienen proyección social, es decir, “donde se define como se distribuyen los bienes de una sociedad, o sea, qué le toca a cada quién, cómo y cuándo; y, cultura, el conjunto de símbolos, normas, creencias, ideales, costumbres, mitos y rituales que se transmite de generación en generación, otorgando identidad a los miembros de una comunidad y que orienta, guía y da significado a sus distintos quehaceres sociales. La política va directamente relacionada con la cultura, porque la cultura es la que rige los comportamientos en la sociedad y la política se acomoda a esta.
Razones las dichas para que las políticas culturales surjan y se desarrollen a partir de cuatro grandes principios: -el valor estratégico de la cultura como difusor de estándares simbólicos y comunicativos; -base en la que fundamentar las identidades colectivas, y por tanto las identidades de las naciones y de los estados; -por tener efectos positivos, tanto económicos como sociales, al desarrollar la creatividad, la autoestima y una imagen positiva de las personas y los territorios; y, finalmente, -por la necesidad de preservar el patrimonio colectivo de carácter cultural, histórico o natural.
La cultura es el conjunto de actividades de una sociedad, consideradas globalmente, sabemos que tiene que ver con la política, una vez que representa lo que hace un determinado grupo que mantiene contacto entre sí; si la política son principios que conducen las relaciones entre los Estados, está ahí la cultura, ya que estas relaciones son actividades realizadas por los ya mencionados grupos sociales. Siendo tal como es, no nos queda ninguna duda de que cultura y política realmente se relacionan mutuamente.
Nos da pie lo expuesto para que entremos a definir la Cultura Política, que igual que todas las nociones científicas, surge de una delimitación sistemática de los fenómenos observados. La cultura como tal puede ser definida de maneras diferentes e igualmente válidas en función de los objetivos del análisis. El antropólogo Clyde Kluckhohn la concebía como “la manera total de vivir de un pueblo”, o también “aquella parte del medio ambiente que ha sido creada por el hombre”. Según Ralph Linton es algo que existe “en la mente” de los miembros de la sociedad: la suma de sus ideas, reacciones emocionales y pautas de conducta compartidas. Para el psicólogo Shalom H. Schwartz, la cultura está “fuera” del individuo: se refiere a las “presiones” a las que están expuestos los individuos por el hecho de vivir en un sistema social (Schwartz).
Una definición muy amplia de la cultura no serviría a nuestros propósitos. Si la cultura abarcara todo –incluyendo las instituciones políticas y los códigos legales-, explicaría muy poco (Huntington). Coincidiendo con este criterio, la han definido como los valores, creencias y pautas de conducta compartidas por los miembros de la sociedad (Jorge).
La cultura política de una sociedad es un subconjunto analítico de su cultura general. Incluye los valores, creencias y patrones de conducta compartidos que son relevantes para el proceso político. Comprende en potencia un abanico muy amplio de aspectos. Algunos son políticos en sentido estrecho: la confianza en las instituciones, el grado y los modos de participación política, el tipo de demandas que se dirigen al sistema político, etc. Otros son rasgos generales de la cultura que influyen sobre la esfera política: las ideas sobre los roles y la posición social de los géneros, el nivel de confianza interpersonal, la difusión de las normas de cooperación.
No todos estos aspectos tienen la misma importancia. Ciertos componentes de la cultura política son más centrales que otros. Por ejemplo, las opiniones de los ciudadanos a favor de la democracia –que se miden por medio de algunos indicadores habituales de apoyo-, parecen ser menos relevantes para la estabilidad y la calidad del sistema que las aspiraciones de libertad o el grado en que el respeto por los demás o tolerancia se hallan extendidos en la población (Jorge).
Del conjunto formado por los valores, las creencias y los patrones de conducta, los primeros representan quizás el tipo de componente fundamental. Es probable que el núcleo de la cultura política de una sociedad esté constituido por un pequeño sistema de valores muy básicos. Las creencias y pautas de conducta ocuparían según esto una posición más periférica.
Schwartz, observa que los “énfasis subyacentes de valor” que prevalecen en la sociedad son el rasgo más central de la cultura, pues promueven la coherencia entre sus diversas manifestaciones. La forma en que las instituciones sociales están organizadas, así como sus políticas y prácticas cotidianas, expresan énfasis de valor subyacentes. Los rasgos culturales que son incompatibles con los valores generan tensión y despiertan críticas y presiones para el cambio.
Por otro lado, el proceso político puede ser concebido de un modo amplio o restringido. Es posible circunscribirlo al juego de las instituciones formales del sistema –el ejecutivo, el parlamento, los partidos-, o verlo como una actividad continua que entraña la participación de los ciudadanos, individualmente y a través de grupos y asociaciones civiles, mediante la deliberación pública y diversos canales y mecanismos de agregación, oposición y articulación de intereses. De aquí surgen potenciales variantes en la definición conceptual y operativa de democracia, así como discriminaciones más finas de los grados de democracia.
La política está atravesada por las cuestiones normativas. La pregunta de cuál es el “mejor” régimen político –que ya se hacen Platón y Aristóteles- no tiene una respuesta científica. Tampoco existe una definición universalmente aceptada de “democracia”, aunque la convergencia de visiones ha aumentado en las últimas décadas.
Pero la pregunta de si un régimen político, definido de un modo determinado, requiere o no de una cultura congruente, sí puede ser respondida científicamente. Una vía es realizar experimentos naturales basados en un análisis comparativo de países a partir de datos de encuesta y otras fuentes estadísticas.
Un análisis de este tipo contribuye al debate normativo, pues ayuda a esclarecer cuáles son los valores que subyacen a los diferentes tipos de regímenes políticos y a las posibles concepciones alternativas de democracia. El enfoque de la cultura política es entonces una perspectiva crítica. Al revelar los valores que están detrás de nuestras actitudes y prácticas políticas, suele confrontarnos con verdades incómodas.