Por: José Manuel Herrera Villa*
Ser un buen Maestro no es solo barnizar a los alumnos con curiosidad por conocer y para aprender. Y si bien estos llegan a las aulas de clases ilusionados, apasionados, ansiosos de descubrir y motivados por sentirse a punto de ocupar los asientos al frente de la sociedad, sufren con el correr de los días desencanto y angustia al sentir que no es lo que reciben los que esperaban de muchos de sus instructores.
La esencia de un educador
El papel esencial del profesor no debe consistir solo en introducir en sus alumnos curiosidad por aprender; sino saber, como dijera Benjamín Franklin que, lo que se dice se olvida, lo que se enseña se recuerda y aquello en lo que se logra involucrar al estudiante, es lo que éste aprende. En esto de la enseñanza debe entenderse que un alumno que es feliz aprendiendo, descubre el modo de ser mejor persona a través de mejorar sus conocimientos. Convenir con Howard G. Hendricks que, La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón.
Trabajar es la clave. Repetir por repetir conocimientos no es ya un método válido. La tarea principal del maestro consiste en motivar a sus alumnos, lograr que aprendan solos. Hacerlos soñar por cuanto los sueños son posibles. Que crean. Que sean convencidos. Que tengan esperanza. Que no tanto es cortar el césped, sino regar el campo. Que siempre debe poderse y se puede.
Por ello no es dable convenir con muchos, por no decir que con la mayoría de quienes fungen hoy como supuestos educadores, que poco o nada les importa ni interesa el aprendizaje académico de su alumnado, más si como poder adoctrinarlos de conformidad con postulados que riñen abiertamente con lo que les compete en los distintos grados de instrucción que se encuentran cursando, cuando deben ser el centro de esa educación que transforma vidas, pues su labor docente debe estar dada para la construcción de una sociedad que viva para el reencuentro, la reconciliación, la paz y le apueste a la calidad en la educación. Deben ser los maestros agentes inspiradores para que sus estudiantes logren cumplir sus sueños y lleguen a ser todo aquello que quieren ser.
La educación para el desarrollo y progreso del país
Empeño, amor y pasión por la profesión logrará que hagan un verdadero cambio en la sociedad y conviertan a la educación en el factor más importante para el desarrollo y progreso del país. Requerimos educación de calidad, de docentes que sean protagonistas del presente y construyan para el porvenir. Que lleven a los estudiantes a aprender a través de estrategias pedagógicas, interactúen con su entorno y sean para ellos fuente permanente de inspiración.
Deben ellos transformar las cotidianidades de su entorno, transmitirles capacidades y motivarlos a luchar por sus sueños, lo que contribuye a garantizar una educación con pertinencia y calidad que logre cerrar las brechas sociales y entre las áreas urbanas y rurales. Deben ellos formar una generación para la paz, el progreso y la prosperidad en la construcción de esa Colombia que anhelamos.
No hay paz sin oportunidades ni oportunidades sin educación, por lo que necesitados estamos de seres humanos integrales que potencien sus competencias ciudadanas y se conviertan en agentes de cambio social a través de la convivencia y la resolución pacífica de conflictos en ruta a una mejor sociedad, todo lo cual enmarcado en el cambio social que vivimos en los que honestidad, solidaridad, respeto, carácter, compasión, confianza y valores deben estar presentes para que la consolidación de la Colombia que soñamos sea una realidad.
* José Manuel Herrera Villa. Profesional en Administración y Finanzas. Especializado en Auditoría Integral. Formulación y Evaluación de Proyectos de Desarrollo. jomahevi@gmail.com–