Periódico El Derecho
Promoverse deben siempre los valores de la educación en el respeto a la identidad y el diálogo productivo, en la verdad que educar no es solo llenarnos de ideas, ni hacernos autómatas, sino andar, caminar, trasegar junto a las demás personas por y hacia caminos que nos brinden seguridad, lo que se consigue en manera importante y entre otras herramientas e instrumentos con una educación dinámica que sin olvidar el pasado otee el horizonte y desde tal perspectiva crecer.
Propugnar por el permanente y continuo diálogo abierto jóvenes/ancianos, es de suma importancia, toda vez que para crecer se requiere una estrecha relación con sus raíces. Educar, bien se afirma, es arriesgar en la tensión entre la cabeza, el corazón y las manos, hasta el punto de pensar lo que siento y hago; de sentir lo que pienso y hago; de hacer lo que siento y pienso. Es armonía, es articulación, es proyección.
Educadores y Educandos
Es por tanto, fundamental la grande importancia de un centrado profesorado que oriente y facilite permanente procesos de integral formación, un profesorado atento a un apoyo, acompañamiento y seguimiento a los estudiantes en su itinerario o derrotero educativo. No se puede educar sin formar, ni estar al lado, juntos, acompañando a los educandos. De allí que importen profesores siempre prestos y dispuestos a caminar junto a los estudiantes. No se trata de tener un discurso de conocimientos para transmitir a través del ejercicio de la docencia que termina siendo quizá retórica para los mismos estudiantes; toda vez que educar es hacer que lo que se dice se encuentre y refleje en la realidad.
Esencial en todo lo cual, en ruta a asumir estos desafíos ir más allá de lo teórico, que si bien es importante en el conocimiento para explicar y entender cada fenómeno; la exigencia hoy es más una actuación sustancial, acorde e idónea que tenga en cuenta las realidades y problemáticas sociales que afectan a la humanidad en su conjunto, de manera tal que podamos avanzar hacia las transformaciones que necesitamos como sociedad.
Todos podemos equivocarnos, pero el educador debe acompañar en todos los caminos para orientar sobre los errores, para que no sean peligrosos, sino un aprendizaje clave para seguir formándose. El educador verdadero nunca tiene miedo de los errores, más bien acompaña, guía, toma de la mano, oye, escucha, dialoga, motiva, incita a que los estudiantes se apasionen para construir con esperanza su proyecto de vida. No se asusta y espera. Esta es la educación humana: sacar adelante a la persona y hacerla crecer, ayudar a crecer, a que la extensión de la libertad se logre, potenciar; hacer posible que las potencialidades de las personas salgan a flote y dejen ver sus competencias y habilidades, clave para una sociedad más incluyente y equitativa.
Educación en la tradición
Importantes tratadistas sostienen hoy y han sostenido siempre que educar en la tradición, lo que es dinámica pura, es formar además de transmitir conocimientos, dando espacio al ámbito transcendental y de servicio a los demás. Sin raíces no se puede avanzar para construir ni el presente ni el futuro de la humanidad, y esas raíces son las que hacen posible crecer; por ello, importa reconocer y reconocernos en el pasado y la tradición en el acto educativo. Las humanidades hacen presentes las enseñanzas de la historia, por lo que el hombre, desde su capacidad racional, no debería volver a caer en el mismo error, morderse la cola, ni tropezar con la misma piedra. Importa el pasado y de él debemos tomar lo pertinente para ir hacia adelante; más cando es claro que la tradición no es estática y avanzar es su tendencia.