Por: Hernando Pacific Gnecco*
Muchas personas abandonan sus países huyendo de guerras, hambrunas o tragedias naturales, un drama cada vez más catastrófico. Históricamente, Europa ha sido el principal receptor de esos migrantes forzados, que se suman al colectivo de jóvenes educados, —profesionales o emprendedores, generalmente— en busca de mejores horizontes, que ven en los Estados Unidos y el viejo continente las oportunidades que sus países no les ofrecen. A su vez, en esas naciones requieren cerebros y mano de obra calificada de menor costo. Pero casi siempre la migración forzada es indiscriminada y, por ello, no muy bien acogida: soluciona unos problemas, pero trae otros consigo. Nunca ha sido un asunto fácil para ninguna de las partes; el desarraigo es complejo y la adaptación a los países receptores no está exenta de obstáculos.
Actualmente hay una tendencia de los descendientes de migrantes africanos —hijos o nietos—a desplazarse al país de origen de sus ancestros. Este fenómeno que se da especialmente en Europa ha sido bautizado como “el éxodo silencioso”, observado principalmente en Francia. Las razones principales aparecen en ambas caras de la moneda: por un lado, algunas comunidades de migrantes no se integran debidamente, generando ghettos, y por el otros, el rechazo que causan esos migrantes, manifestado en conflictos étnicos, culturales o religiosos, con las previsibles barreras y choques sociales.
Según la BBC, esos descendientes de africanos en Francia están desilusionados con la vida en su país natal; siendo franceses, no son aceptados como nativos. Además, albergan sentimientos de responsabilidad hacia el país de sus padres y consideran interesantes las oportunidades que puedan presentarse en ellos. Para Menka Gomis, descendiente senegalés, actualmente “África es como Estados Unidos en la época de la fiebre del oro; es el continente del futuro, donde todo está por construir”. Aún así, la compleja vida en Senegal, país históricamente relacionado con Francia, hace que las grandes migraciones continúen hacia la nación gala: 142.500 personas solicitaron asilo en 2023; aceptaron a la tercera parte de ellas. No obstante, con los problemas surgidos en el continente europeo a causa de la inmigración, se han endurecido las leyes, especialmente en países con alta tendencia derechista. De hecho, el actual gobierno francés se ha comprometido a impulsar medidas enérgicas contra la inmigración, tanto en el país como en el continente.
La inseguridad actual también golpea a esos inmigrantes; además, los enfrentamientos con la gendarmería son frecuentes; nunca falta algún nativo descendiente de extranjeros que cae en ellos, lo que atiza los choques entre ambas partes. La legislación francesa impide recopilar datos de etnia o religión, por lo cual es difícil conocer cuántos franceses altamente cualificados de origen africano han regresado al país de sus padres. Un 92% por ciento de ellos se siente discriminado por las fuerzas del orden; el ministro del interior francés afirma que las acusaciones son infundadas. Pero los incidentes raciales aumentan: el año pasado se registraron 15.000 casos, un tercio más que en 2022. Las mujeres musulmanas se inhiben de usar su hiyab por temor a ser atacadas; piden respeto por sus creencias, pero la islamofobia viene creciendo desde los ataques a parís en 2015.
El éxodo silencioso es una fuga de cerebros como la que viven los países del tercer mundo; la formación pagada por los gobiernos o los padres la disfrutan los países receptores sin haber invertido un solo centavo. Hay quienes creen que esa expatriación es una mínima retribución a los países africanos después de todos los problemas que causaron algunas naciones europeas a través de la historia; muchos de quienes retornan a sus raíces tienen claro su origen y la obligación de ayudar. Hay algo más complejo en esto: ¿podrán adaptarse? Esta situación me recuerda un programa de televisión en el que jóvenes europeos de origen chino o indio de primera generación regresan al país de sus padres: definitivamente, son extranjeros allí.
Apostilla: Mis sentimientos de solidaridad con España por la espantosa tragedia que azota a Valencia.
*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Conferencista. Columnista