MÉDICO HERNANDO RAFAEL PACIFIC GNECCO

Por: Hernando Pacific Gnecco*

El vandalismo no es nuevo en el fútbol, lo sabemos; las historias de barbaries en este deporte son antiguas, numerosas y tristes. A estas alturas, esos trágicos episodios no deberían ocurrir, pero siguen sucediendo, lamentablemente. Hooligans, firmas, barras bravas, ultras y otros apelativos señalan a personas que desatan su violencia cuando se agrupan en torno a los colores de sus equipos favoritos o sus selecciones nacionales, algo más del fútbol que de otros deportes. Esta aberrante conducta arrastra insultos raciales, bolígrafos laser, escupir y orinar a otras personas, peleas con armas, lanzar objetos a futbolistas, árbitros o hinchas rivales, además de otros comportamientos de peor calaña. Y esto no se limita a los barrabravas: algunos jugadores incitan a las tribunas, y muchos guardias están poco capacitados para trabajar con multitudes.

La película Hooligans, rodada en Londres, muestra por dentro el escalofriante hooliganismo. José Barritta, “el abuelo”, hincha del Boca Juniors, cambió para mal el comportamiento de las barras: detenido y judicializado, se le comprobó manejo y reventa de entradas, peaje a los puestos de comida, merchandising ilegal, extorsión a los clubes para obtener entradas y dinero, apoyándose en la violencia.

Escribí para El Informador en 2013 y 2016 sendas columnas analizando el fenómeno de las barras bravas; para entenderlo hay que abordar el asunto desde la raíz. Los expertos apuntan a expresiones culturales, psicológicas y socioeconómicas, una compleja y explosiva combinación de factores. Violencia intrafamiliar y social, desempleo, pobreza o el simple deseo de sobresalir en un entorno de pasiones desbordadas apoyándose en la fuerza de las multitudes son razones que se exponen. La simbología, vestimentas, tatuajes, lenguaje y actitudes configuran un entorno territorial que no debe ser traspasado so pena de agresión; muchos barrabravas caen en conductas delictivas: atracos, microtráfico y consumo de alcohol, sustancias psicoactivas, extorsión, prostitución y hasta satanismo. Un líder de la manada manipula a multitudes de fanáticos llevándolos a conductas violentas y delictivas.

Así, un tranquilo oficinista puede convertirse en un agresivo barrabrava cuando se junta con sus compinches: un doctor Jekyll y míster Hyde de los estadios. Se habla de políticos en busca de votos apoyando a esos desadaptados; también, de autoridades cómplices. Agreguemos a este peligroso coctel a ciertos periodistas de camiseta y fanatismo, y lenguaje violento, amén de algunos dirigentes salpicados de corrupción: los resultados son previsibles. Maradona denunció la descomposición de la Fifa y fue sancionado, pero el tiempo le dio la razón cuando surgió el Fifagate; ahora, Marcelo Bielsa menciona determinados intereses perversos, y la Fifa le abre una causa que, probablemente, finalizará con un duro castigo al entrenador argentino quien seguramente tiene sus buenas razones. Vaya uno a saber que se cuece por dentro de esa oscura organización.

¿Qué hacer? El gobierno británico logró controlar a los hooligans: entendió que ese fenómeno sociocultural va más allá del fútbol; casi siempre los hooligans son gentes con problemas familiares, sociales y laborales. Entendiendo el asunto sociocultural subyacente, también abordó el tema desde otras ópticas; control policial, leyes más robustas, aplicables y efectivas; sanciones a las empresas que transporten holligans, cuerpos élite especializados, controles severos en las entradas de los estadios, captura de los promotores de violencia y duras sanciones a los involucrados en vandalismo, impidiéndoles la entrada a los estadios, carnetización y acceso con huella dactilar, circuitos cerrados y cámaras con reconocimiento facial conectadas a bases de datos, silletería numerada para seguimiento a los violentos, detectores de metales y un sinnúmero de medidas que aplacaron la violencia de los hooligans. Controlados los vándalos, se retiraron las vallas de protección y fosos a cambio de stewards y policía especializada. El gobierno británico ayudó con créditos a los clubes para implementar todas estas y otras medidas. No sé si acá se puedan resolver los problemas socioculturales de esos desadaptados, pero sí es necesario controlar esas manifestaciones violentas que alejan a muchos aficionados de los estadios. Inglaterra nos mostró la senda ¿Qué hace Colombia? hernandopacific@hotmail.com

*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Columnista

TEMA ENLAZADO: VANDALISMO EN EL FÚTBOL (I)

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