Por: José Manuel Herrera Brito
Atrás está quedando de manera cierta el modelo de comunicación política que conocíamos, debido a los modernos instrumentos tecnológicos que han contribuido evidentemente a su cambio y transformación, logrando que la información se propague instantánea y viralmente por las redes sociales en entornos cada vez mayormente agresivos como también polarizados. A través del decurso del tiempo, ella, la opinión pública ha sido estudiada para una gran variedad de propósitos, destacando su papel en el marco de los procesos electorales en las sociedades todas.
Se mide de distintas maneras, entre ellas las encuestas, la opinión pública en torno a los grandes temas de discusión en el escenario político, que permiten a las facciones políticas, candidatos y electores, momentáneamente y más allá, que puedan tomas decisiones informadas al conocer el estado real de esa opinión pública consultada. Su relevancia es inmensa, motiva la participación ciudadana; brindan elementos para que candidatos y partidos políticos diseñen sus mensajes para comunicarse mejor con las personas; permiten la discusión pública sobre los aspectos que más preocupan a la sociedad y, normalmente, promueven una especie de rendición de cuentas al presentar a candidatos y gobernantes al rigor de la evaluación de la gente. Su razón principal, es que constituyen una herramienta significativa respecto de los posibles resultados electorales, lo que es útil y necesario en todo ámbito social.
En este argumento, resulta evidente la responsabilidad social de los profesionales del estudio de la opinión pública, siendo clara la conclusión que los estudios de opinión pública electoral de calidad y con rigor técnico fortalecen los procesos electorales; pero si son de mala calidad dichas encuestas o falsas, pasan a la franja de lo incierto, la desinformación y las fake news que tanto hoy afectan a la democracia.
Lo relativo a la discusión pública ha cambiado mucho, ya no hay la plaza pública como ayer; hoy es digital, la influencia de las redes sociales en la discusión pública tiene efectos como la polarización extrema, la satanización del otro, la distorsión del diálogo y la afectación a los valores democráticos de la región; entorno este al que se tiene que adaptar la disciplina del estudio de las opiniones, aficiones o comportamientos humanos mediante sondeos de opinión, que ha tratado de mantener el ritmo del cambio adoptando a su vez, herramientas de medición de opinión pública cada vez más apoyadas en la tecnología y en la consideración de corrientes de opinión impulsadas por influencers y youtubers, entre otros.
Los retos para el estudio de la opinión pública son gigantescos, los encuestadores se enfrentan a un entorno cambiante de información gaseosa donde el diálogo propositivo se pierde en tendencias y hashtags coyunturales que desvían el debate público constructivo. Es este nuevo panorama digital todos debemos generar mejores condiciones para que los estudios de opinión pública genuinos y serios sigan contribuyendo al fortalecimiento y profundización de la confianza de la sociedad en la democracia. saramara7@gmail.com