SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

La inseguridad económica se refiere al ambiente incierto que enfrentan los trabajadores y los hogares a raíz de los movimientos erráticos de las cantidades y precios económicos clave, como el empleo, el ingreso y el salario real. Se produce cuando personas, comunidades y países se ven expuestos a circunstancias adversas y no logran resistir y recuperarse de las pérdidas sufridas. Cuando se señalan los crecientes riesgos y la gravedad de las amenazas económicas se suele responder que son consecuencia de fuerzas autónomas e irresistibles que escapan a nuestro control colectivo, por lo que se requiere de un contrato social firme que ofrezca espacios suficientes para que personas, hogares y comunidades puedan desarrollar sus actividades cotidianas con un grado razonable de previsibilidad y estabilidad, teniendo debidamente en cuenta los objetivos e intereses de los demás.

Se viene diciendo en muchos escenarios especializados que el fracaso de la globalización es un animal herido dispuesto a morir matando, lo que indica que sólo así se entienda lo que está sucediendo en la economía mundial desde 2008 que viene generando desorbitados beneficios de las entidades bancarias. El dinero, que no sabemos cómo se fabrica, pero que le conocemos el gran valor que adquiere en los mercados, pareciera impuesto como asunto de fe, como recurso de valor, resultando que fe económica e intereses engorden los beneficios y las arcas de los banqueros.

Han extendido los interesados en ello, el rumor que la disparada de la inflación mundial es consecuencia de la invasión de Ucrania, mientras que el Banco Central Europeo y la Reserva Federal Americana están poniendo en marcha el consejo Rothschild «cuando veas sangre correr por las calles es tiempo de comprar propiedades». La sangre de la guerra es entonces su buena razón para hacer caja. Mientras los países y sus gobiernos se endeudan los banqueros contribuyen con ridículos impuestos. No se explica que para bajar la inflación inducida se aumenten los intereses de las hipotecas, de los créditos a las pequeñas y medianas empresas, al consumo, a la compra de bienes muebles e inmuebles y que para bajar la inflación se vacíe el débil bolsillo de los pequeños ahorradores y de la ciudadanía en general obligándonos a pagar más por energía, alimentos e indumentaria, pero especialmente sangrando con los intereses hipotecarios y manteniendo por lo bajo los salarios.

La banca, nacional e internacional, en este capítulo final de la globalización (Foro Económico de Davos 2023 dixit) mostrando su cara anti Robin Hood, robar a los pobres para dar a los ricos. No hay progreso económico para los menos favorecidos por la fortuna. Se encarece el precio de la moneda extranjera sin otra explicación que la de tener fe en el grupo de siniestros personajes que mueven los hilos de las cúpulas bancarias y financieras. La guerra es contra los pobres y las inconsistentes clases trabajadoras, a quienes someten a una inseguridad económica insoportable. Es el actual un ambiente que recuerda aquel otro proceso que generó la histórica Revolución Francesa del siglo XVIII.


*Saúl Alfonso Herrera Henríquez. saulherrera.h@gmail.com – Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual

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