Por Carlos Villota Santacruz

-Colombia-  Internacionalista. Experto en marketing político y marketing de ciudad. Comunicador Social y Periodista. Escritor. Coautor de los libros “Gobierne bien y hágalo saber”. “Los Estadios de la paz en Colombia”. Prologuista del libro “El Zumbido de la Justicia en la pospandemia”

Twitter @villocol

Cuando llegue los últimos 5 segundos del 31 de diciembre de 2020, los niños, hombres y mujeres del planeta, recordaremos que el año 2020, fue el año de la pandemia del coronavirus. No hay nadie, que en su seno familiar no haya experimentado el dolor, la angustia y la incertidumbre de haber perdido un familiar. Incluso ser paciente del Covid-19.

Ese fue mi caso. Me enferme desde la tercera semana del mes de octubre. Mi estado se agravo, al punto que fui internado en el Hospital. Pase 2 días en la Unidad de Cuidados Intensivos y 9 días en un piso con oxìgeno y medidas extremas de bioseguridad. Además, por esta pandemia, vi partir a 35 amigos en Colombia, México, Estados Unidos, Ecuador y Perú. 

Es decir, algo aterrador en términos de pérdidas humanas, así como en el impacto de la democracia. De esta emergencia de salud, no me repongo, dado que los pulmones quedaron muy débiles. El corazón está afectado Todo cambio. Si eso fue en lo individual que decir del impacto en los 168 países del mundo, donde el coronavirus ha hecho estragos. Lo peor es que no parece, que se marchará en el primer semestre de 2021.Es de recordar que  en febrero de 2020 se reunió la Organización Mundial de la Salud, se había registrado fuera de China solo 151 casos y 1 víctima mortal. Apenas, se comenzaba hablar del Covid-19. Con el paso del tiempo, asistimos con impotencia que el informe económico diario en cada uno de los países, fue reemplazado por las estadísticas de personas contagiadas, recuperadas o fallecidas

Solo en Estados Unidos, en un día se contagiaron 100 mil personas. En Colombia, la cifra de muertos supera las 38 mil. Lo que es peor. Podría llegar a 40 mil personas antes de la noche de Navidad. El panorama no es diferente en Argentina, México, Perú y España.

Qué decir de Venezuela, donde el régimen de Nicolás Maduro amenazó a sus compatriotas en las elecciones -sin oposición- del pasado 6 de diciembre: “el que no vota no come”. Con todo ese escenario, la abstención fue del 82 por ciento. Esta esta estadística, la más baja en la historia de una cita en las urnas en los tiempos que corren, evidencia la ilegitimidad de un Gobierno, que ni siquiera cuenta con el respaldo de sus militantes.  

La democracia de hoy -en medio de la pandemia- es que se requiere Gobiernos fuertes institucionalmente. Con liderazgo y amplio diálogo de ciudad y ciudadanía. Con estrategias claras y coherentes frete al manejo de la emergencia sanitaria. Fuera de los tentáculos de la corrupción.De no aplicarse está línea de acción pública, el Covid-19 desnudará las falencias de los países desde el ejercicio de la democracia, las fallas en el sistema de salud. La tarea de los presidentes de los países, en las semanas por venir, debe girar en mantener sanas a las personas, alejadas de los hospitales. Creando fuentes de empleo. Fortaleciendo la seguridad. Valorando su posición geográfica en el planeta. Solo así se prevalecerá la vida y la democracia, entendido como un todo. Ganarle la batalla al Covid-19. Anexamos crónica como paciente del virus chino. Fuente www.novacolombia.com  

La esperanza está

Testimonio de periodista en  que le ganó la batalla al covid-19

Carlos Villota Santacruz se enfrentó al virus durante diez días y estuvo, dos más, en cuidados intensivos, en la Clínica Simón Bolivar de Bogotá.

Por Carlos Villota Santacruz, periodista, escritor e internacionalista. Consultor político

Me contagié el 9 de octubre, en un taxi cuando iba desde el centro a la Avenida Chile en Bogotá. Me di cuenta inmediatamente porque las piernas no me respondieron. Compré almuerzo en el Centro Internacional y la comida no me supo a nada. El olfato había desaparecido y a las tres horas me descompuse del estómago.

Siempre pensé que la aparición del Covid-19 era un tema serio en materia de salud cuando se registró el primer caso en Colombia, la segunda semana del mes de marzo de 2020, no era un tema menor y tomé todas las medidas de bioseguridad. Ahora con esta experiencia personal, larga y dolorosa reafirmó sobre el impacto del coronavirus en la población.

No importa la edad, condición social o rol en el país. Estar en un hospital en medio de la nada, donde un segundo cuenta para tu vida y en medio de tanto personal médico y pacientes, allí se demuestra lo frágiles que somos como seres humanos. La frontera mínima que existe entre la vida y la muerte, se te pasa la vida ante tus ojos y tu mente en cinco segundos. Es imposible no tener miedo, tristeza y una serie de sentimientos. Te acuerdas de todo. Tratas de entender ese momento.

Una experiencia que jamás se olvida y que agradezco a Dios y a los médicos. Mi condición de salud apegada al deporte y el hecho de jamás haber fumado me sirvió para estar vivo, bajo la bendición de Dios, la Virgen y los Ángeles. Del amor de mi hija Alejandra, de familiares y amigos de tres continentes que me escribieron, me llamaron o me escribieron un WhatsApp con unas líneas o su voz.

Allí en ese instante la vida te deja ver que es importante la coherencia, la defensa de valores y principios que me inculcó mi madre desde niño – mi padre murió a los 10 días nacido- que se educa con el ejemplo. Que vale más una palabra de aliento de un familiar y un amigo en medio de una emergencia sanitaria, que sabemos cuándo empezó pero que no sabemos cuándo se va a terminar.

Que cada persona que se ha contagiado de covid-19 tiene su visión de lo que vivió y seguirá en adelante. Que la vida debe ser el mejor regalo de Dios al ser humano, fruto del amor de una pareja. Que tenemos la misión de protegerla y ser cada día mejores personas. Que Nacimos para servir. Que el don de la palabra nos une al mundo, la familia es el principio y motor para enfrentar cada estadio de la vida. Que hay que aceptar que la juventud es un paso y que la llegada a la edad adulta es un privilegio que pocos nos damos el lujo de contar.

Que escuchar la voz de tu hija y tu nieta diciendo bienvenido papá de nuevo a la vida y casa no tiene precio. Que allí se resume todo el esfuerzo de años en calidad de papá. Que ser colombiano es mi credencial ante el país y el mundo. Qué tengo el privilegio de ser periodista, comunicador y experto en temas de Gobierno y Marketing político, lo cual he logrado con disciplina y mucho esfuerzo.

Que no tengo riquezas materiales pero si riqueza de muchas personas anónimas y viables ante la opinión pública, que valoran mi rol dentro de la sociedad. Que la amistad se construye. Que el amor y el cariño se expresa de muchas maneras. Incluso en el silencio y una sonrisa y una lagrima. Que vale vivir siempre en medio del cambio de Era de la humanidad.

De nosotros depende ser espectadores o protagonistas. No hay palabras para agradecer tanto solidaridad y apoyo en este momento tan difícil, doloroso y personal. El peligro no ha pasado, se presentará un segundo rebrote del Covid-19, debemos estar preparados. La agenda del mundo cambió, los retos del Milenio de las Naciones Unidas cambiaron.

Ahora es primordial el fortalecimiento de políticas públicas y acciones de Gobierno, como la salud, la educación, la seguridad alimentaria, el fortalecimiento de la familia, la defensa de la vida de las mujeres, los niños, niñas y las personas de la tercera edad. El planeta nos habla y nos habla al oído. Que nada es y será igual antes, durante y después de la pandemia. Que Colombia debe aprovechar al máximo sus recursos humanos y naturales. Que debemos rodear al presidente Iván Duque. Es el ciudadano que elegimos para que lidere a Colombia del 2018 al 2022, él se encontró con la pandemia de frente. Para ese escenario no había libreto. No sigue existiendo libreto las puertas de la Navidad.Cel 57 3153540770

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