lisbeth barraza escorcia

Por: Lisbeth Paola Barraza Escorcia*

La incidencia delictiva muestra, para el caso que nos ocupa en este artículo, que el número de delitos cometidos en agravio contra las mujeres va en aumento, misma que se traduce en lesiones dolosas, culposas y otros delitos que atentan contra la libertad personal, que conjugan un universo inmenso, sin contar homicidios y feminicidios. La eliminación de la violencia contra las mujeres debe y tiene que ser un imperativo categórico, y demandar con vehemencia de todos, ya que lo cual no es un asunto solo de ellas, justicia y una sólida y más efectiva política pública; más, por cuanto las cifras que se aportan, desgraciadamente crecientes, son reveladoras de su causa, siendo la violencia el común denominador de los delitos cometidos en su contra

La denuncia pública en redes sociales y la participación de los medios de comunicación, pareciera ser el instrumento más eficaz que nuestras familias han encontrado para reclamar y obtener justicia, lo que lamentablemente refleja la debilidad institucional que enfrentan los aparatos de seguridad y procuración de justicia a lo largo y ancho del país. en nuestro país. De otra parte, tenemos que la sensibilidad e identidad de causa de algunas de esas autoridades no ha sido del todo determinante para esclarecer ciertos casos, lo que no debe convertirse y mucho menos ser el denominador común.

Basta ya. Tenemos que entender y comprender, tener conciencia que el problema de la violencia contra las mujeres requiere de una atención permanente e integral de todos nosotros, seamos o no autoridades. Esta atención necesariamente debe trasegar profusamente por la revisión a fondo de las políticas públicas relacionadas con el consumo de drogas y alcohol, reconociendo que tenemos un problema grave de salud pública, más aún cuando el fentanilo está adquiriendo carta de naturalización entre la población colombiana, hasta el punto qué ya las autoridades han aceptado la existencia del consumo de esta mortal droga. Sufrimos pues además de la violencia femenil, los embates de la delincuencia organizada asociada al tráfico de drogas.

Y si bien no podríamos afirmar que el consumo de drogas y alcohol sea el componente único y determinante de la violencia contra las mujeres, tampoco asumir erróneamente que la culpa es de ellas, como muchos hombres lo señalan. Este tipo de violencia transita por otros factores como la educación, los valores y la familia, pero no podemos cerrar los ojos ante una realidad cada vez más evidente y cotidiana. Los feminicidios cometidos en el país poseen distintos componentes, entre ellos, la presencia del crimen organizado.

El combate a la violencia contra las mujeres debe ser una política trasversal e integral, donde reconozcamos nuestras debilidades y hagamos de nuestras fortalezas la principal arma. No puede seguir permitiéndose que la violencia siga siendo el común denominador de los delitos cometidos contra las mujeres. Erradicar la violencia, significa no más feminicidios, violaciones y agravios contra las mujeres, ése debe ser el mandato permanente que la sociedad instruya a las autoridades. En pie de lucha permanente toca estar, en dirección a erradicare este mil y más veces vergonzoso y vergonzante flagelo.

*Lideresa Social Comunitaria. Conferencista. Tallerista. Columnista

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