Por Rafael Gómez Martínez
El Malvado descansa algunas veces, el necio jamás, Ortega y Gasset.
En medio de las celebraciones navideñas y de fin de año, fin de año 2024 que cierra peor que el 2023 con el agravante que el 2025 será el partidor para las elecciones presidenciales del 2026, el común denominador que se percibe es el de una gran incertidumbre y un gran temor por el devenir de Colombia, un país cada vez más descompuesto en sus valores y en su convivencia como bien lo plantea la profesora de filosofía MA Eugenia Carreño Sinisterra de Llorente quien sostiene que la crisis actual del ser contemporáneo se debe, precisamente, por la carencia de esos valores y de esa convivencia (Carreño, 2006).
El 2025 se vislumbra muy convulsionado para Colombia.
Con una serie de indicadores muy desalentadores.
Con un año de acontecimientos muy absurdos en el panorama político y económico en general.
En particular, las políticas económicas del desgobierno amoral, déspota, corrupto, decreciente, pegasus, delirante, sin visa para Londres y Berlín, pero con embajada en Senegal, con un tren bala para la Guajira.
Ahora resulta que tanto Petro, como el nuevo procurador Eljach, son del Mediterráneo. Así, de delirante se encuentra Petro.
Los valores éticos y morales contrario al sentido común y la ética que debe imperar para que la vida funcione de la manera más normal posible y la economía fluya de manera natural son totalmente ajenos y ausentes en el desgobierno del Petro caos el cual ha tenido demasiados fracasos, demasiadas rupturas que es la final lo que buscan estos gobiernos progresistas, carnívoros, del socialismo del siglo XXI.
Las políticas económicas del Petro caos están afectando a la productividad empresarial, al comercio en general, al ciudadano de a pie, quien ve con angustia el cómo sus ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades diarias, mensuales, anuales, teniendo que recurrir a gota, gota, virtual con tasas de intereses superiores al 29% EA.
La clase media se encuentra absolutamente castigada más por la falta de incentivos, por las reformas absurdas y delirantes como la tributaria del ministro Ocampo con su sonrisa irónica y aprobada por todos los partidos políticos en el decadente congreso de la república.
A su vez, los ministros Bonilla, Jaramillo y Velásquez a quienes le salvaron la vida los senadores y representantes de los partidos políticos que se dicen de oposición como son centro democrático y cambio radical.
El incremento absurdo e irracional del impuesto predial superior al 200% para predios semiurbanos y agrícolas está teniendo unos efectos de expropiación indirecta por parte del Estado.
La mayor empresa de Colombia que es el Estado con unas políticas que lo único que quieren es desangrar a la clase media, a las pymes que son las que producen los impuestos para que estos personajes malvados, perversos y necios como el señor Petro y su banda gobiernen a sus anchas sin ningún tipo de consideración por lo que Petro llama el pueblo agobiado y doliente.
Lo que es inconcebible es que la clase política corrupta y amoral no haga actos de contrición como lo debería hacer el partido conservador, el único partido que se encontraría en capacidad de sacar a Colombia del abismo moral en que se encuentra. Pero, no. Sus senadores y representantes felices mamando de la teta de un Estado gordo, paquidérmico, corrupto y en absoluta decadencia.
El Petro caos está siendo gobernando con unos valores y una convivencia contrarios a la esencia, al sentir y al a buen vivir del colombiano de a pie.
Puntilla: Si, Colombia quiere sobrevivir, debe reaccionar para el 2026.