Por: Hernando Pacific Gnecco*
A finales del siglo pasado irrumpe una tecnología que hasta esos tiempos estaba reservada a gobiernos, militares y grandes millonarios: la telefonía celular. Aparatos enormes de escasas posibilidades, muy costosos, con baterías de duración reducida, operaciones onerosas, redes de limitada cobertura, etc. Rápidamente, aparatos más complejos y pequeños se unían a redes mejorando permanentemente, menores costos y mayores coberturas. La entrada del internet potenció aún más a esa tecnología, y nuevas funciones entraron en juego; fotografía, videos, conexión a la red, mensajería y otras más a las que se agregaron navegadores potentes, aplicaciones útiles, juegos sofisticados, radio, suites de cálculos y escritura, además de muchas otras. Paradójicamente, lo que llevó a su desarrollo, las comunicaciones telefónicas, ahora es lo menos usado.
La telefonía celular concentró en un solo dispositivo tecnologías individuales como fotografía, vídeo, grabación de voz, reproducción musical, amén de muchísimas opciones novedosas como acceso a plataformas digitales variadas, videoconferencias, compras en línea, transacciones financieras, etc., etc., etc.; muchos aparatos voluminosos quedaron condensados en un pequeño aparato, con tantas variantes como necesidades requieren suplir sus compradores; la competencia ha sido feroz y el gran público ahora tiene acceso a modelos y precios que satisfacen cualquier necesidad uy posibilidad económica. Asimismo, tanto el dispositivo como el software cambian tan rápido que es difícil seguir el juego de los fabricantes; la obsolescencia programada afecta el acceso a nuevas tecnologías asociadas y agobia el bolsillo del consumidor. La democratización de esta tecnología casi que obligó a todos los ciudadanos a poseer un celular, sin el cual hoy la vida es dificilísima. Todo se maneja a través de un móvil; su pérdida o el hackeo traen muchos peligros.
Sin embargo, el uso de los celulares provoca el desperdicio de tiempo útil y valioso, sobre todo en niños y adolescentes, restándoles capacidad de concentración y alteración de funciones cognitivas, amén de tendencia a la inmediatez, poca profundidad conceptual y conductas adictivas. Existe una respuesta creciente para minimizar o evitar el uso de celulares; muchas personas poseen teléfonos básicos que apenas cuentan con la función de telefonía (nada de sofisticados smartphones), otros lo revisan ocasionalmente y se apartan de redes sociales que les consumen mucho tiempo, o sencillamente no poseen un celular. Estar conectados significa distracción; trabajar con celular activo en plenitud de funciones significa interrupciones que distraen, desconcentran y “hacen perder el hilo” de los trabajos.
Intelectuales de alto vuelo se desconectan de los celulares; los primeros, cuando están inmersos en sus tareas, desconectan el dispositivo; consideran que usarlo afecta su creatividad. La gente famosa se aleja del gran público, poniendo barreras infranqueables a sus amigos y seguidores. Hay algunos directores de cine, guionistas, escritores, científicos, músicos y otros profesionales que no poseen un móvil. Yuval Noah Harari, intelectual de Silicon Valley, es uno de ellos: dice que el celular compite con su atención, su más valioso recurso. Elton John no tiene un celular. El de Warren Buffet es obsequiado; apenas lo usa para conversaciones telefónicas. Desconectarse puede ser necesario para la vida intelectual, pero la mayoría de los mortales dependemos de un celular.
El justo medio es conducta sabia: ni uso constante ni desconexión total. La comunicación con clientes o familiares debe estar abierta y el acceso a plataformas indispensables es necesario; muchas personas importantes o medios de comunicación se expresan en las redes. Imagine usted a fotógrafos profesionales cargando pesados maletines con muchos elementos y armar equipos para lograr un registro cuando actualmente disponen de celulares sofisticados de uso inmediato con funciones y calidad similares a las cámaras fotográficas. Sí podemos optimizar el uso de los celulares, empleando las funciones necesarias, especialmente si cuenta como herramienta de trabajo. Pero la higiene digital es importante; corresponde desconectarse en determinadas situaciones como reuniones presenciales, horas de comida o en condiciones innecesarias. Los minerales raros de los dispositivos afectan el ambiente y el uso del móvil implica consumo de muchísima energía. Optimizar su uso es obligatorio y está a nuestro alcance.
*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Conferencista. Columnista