Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
¿Tenemos realmente un Estado de Derecho. Es entre nosotros una realidad. Algo que alguna vez lograremos. Ideal. Utopía?. Históricamente, el Estado de derecho apareció cuando en los estados modernos se luchó para que la personalización del poder del monarca diera paso a una organización política y administrativa regida por formas jurídicas establecidas con normas que la sociedad avale. Era limitar al Estado. Implica la limitación del poder del Estado por el mismo derecho, una forma especial de legalidad que supone el respeto a la propiedad, a la igualdad. Tipo de legalidad que parte del respeto a los valores. Para la ONU, supone que: todos (los individuos y los Estados) respetan leyes idénticas y compatibles con las reglas y las normas internacionales en materia de derechos humanos.
Se refiere en concreto, al principio de gobernanza por el que todas las personas, instituciones y entidades, públicas y privadas, incluido el propio Estado, están sometidas a leyes que se promulgan públicamente, se hacen cumplir por igual y se aplican con independencia, además de ser compatibles con las normas y los principios internacionales de derechos humanos. Las instituciones políticas regidas por dicho principio garantizan en su ejercicio la primacía e igualdad ante la ley, así como la separación de poderes, la participación social en la adopción de decisiones, la legalidad, no arbitrariedad y la transparencia procesal y legal.
Conceptualmente, contempla la estructura formal de un sistema jurídico y la garantía de libertades fundamentales a través de leyes generales aplicadas por jueces independientes (división de poderes); libertad de competencia en el mercado garantizada por un sistema jurídico; división de poderes políticos en la estructura del Estado; y, la integración de los diversos sectores sociales y económicos en la estructura jurídica.
Así las cosas, parece que tenemos una dualidad, pensamos que las reglas se deben aplicar sólo cuando nos conviene. Si nos afectan, son injustas, las ignoramos y buscamos, a como dé lugar, sobrepasarlas y decir sin empachos, las reglas están para romperse. Requerimos un fortalecido Estado de derecho y que la ley sea verdaderamente una herramienta para mantener y ejercer el poder; razón por la que no debe permitirse un Estado de derecho ausente. No se denuncian como debieran los delitos que se cometen. Apenas un ínfimo porcentaje se resuelve y aunque cueste dinero, libertad y tranquilidad, nos hacemos el de la vista gorda, votamos y empodera a los verdugos, lo que en el fondo nos lleva a aplicar la ley y el derecho sólo si es necesario, lo que traduce que nos encontramos inmerso en una cultura de la ilegalidad institucionalizada y aupada desde el poder público. Lo que no tiene justificación alguna.
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Saul Herrera Henríquez. Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. saulherrera.h@gmail.com