Por: Hernando Pacific Gnecco*
Ese prodigioso invento chino, el primer explosivo artificial, ha cursado desde tiempos remotos. Inicialmente no era concebida como un arma; se usaba en las festividades como espectáculo pirotécnico. Tiene un origen medicinal que se remonta al siglo I AC cuando se usaba salitre para generar llamas como elementos de purificación. Pinyin es una palabra china que literalmente traduce “medicina de fuego”. Las propiedades explosivas se descubrieron accidentalmente cuando los alquimistas del siglo IX AC hacían mezclas de distintos elementos buscando el elixir de la inmortalidad.
Los árabes acceden al conocimiento de las fórmulas en el siglo XIII; Hassan al-Rammah escribió 107 formulaciones para preparar la pólvora, describiendo también las armas que la utilizaban. Decía Hassan que los mamelucos fueron los primeros en usar un cañón en sus enfrentamientos contra los mongoles buscando concentrar su poder explosivo en contra de ellos, así como “cañones de mano”. Mientras los mongoles distribuyeron la pólvora en toda Asia, el intercambio comercial de los chinos con griegos y árabes, y de estos con occidente permitió su llegada a Europa alrededor del año 1200. Ya los chinos usaban la pólvora como deflagrante militar cuando fue llevada a Europa; cohetes, lanzallamas, mosquetes, cañones y explosivos como granadas y bombas. Durante la dinastía Yuan se utilizaron artefactos militares con explosivos para enfrentarse a Japón.
No hay datos precisos de su introducción al viejo continente; en unos textos del siglo XII, Roger Bacon registra su fórmula. Se cree que un monje alemán, Berthold Shcwarz, fue el primero en utilizarla para impulsar un proyectil; en Europa se registra su uso militar por vez primera 1403 para derribar una fortificación en Pisa. Posiblemente los árabes la utilizaran en la península ibérica, según los escritos de Alfonso XI de Castilla referentes al sitio de Algeciras de 1343 y en la defensa de Niebla (Huelva) cuando fue sitiada por Alfonso X el Sabio casi un siglo antes. Se tienen datos de que en Italia (1326), Inglaterra (1334) y Alemania (1340) había lugares de producción de pólvora, monopolio del estado.
Cuando los mongoles invadieron a la India llevaron consigo armas que usaban pólvora; el Imperio Mogol desarrolla masivamente armamento de fuego. El explosivo se difunde por todo el orbe, y llega a este continente de la mano de los ibéricos; los yacimientos americanos de salitre y azufre les permitían a los conquistadores reponer la pólvora, lo que les daba ventaja militar.
Básicamente existen dos tipos de pólvora en uso, con fórmulas variadas: la pólvora blanca (“sin humo”) y la negra; se usaron también la pólvora flash para fotografía y la marrón. El alto poder explosivo de este compuesto se utiliza tanto en pirotecnia como en las armas de fuego; el uso de la variante TNT, desarrollada por el alemán Julius Wilbrand, se difundió inclusive para la vida civil. El genio sueco Alfred Nobel trabajó sobre la nitroglicerina, inventada por el italiano Ascanio Sobrero, creando la dinamita, de aplicación extendida, así como sus famosos premio a las ciencias y las humanidades.
La pólvora es tan útil a la creatividad como a la destrucción. La pirotecnia clásica ocurre por la combustión de los elementos químicos provocando distintas reacciones, provocando efectos visuales, sonoros y fumígenos explosiones controladas para finalidades lúdicas; en todo el mundo existen espectáculos pirotécnicos en diversas celebraciones, especialmente para el Año Nuevo. La fabricación de pólvora de manera artesanal sin las debidas medidas de seguridad causa destrucción, lesiones y muerte, amén del elevado sufrimiento de los animales, que no entienden lo que sucede. Los pájaros enloquecen y vuelan desesperados sin destino alguno, huyendo de las explosiones para llegar a lugares peores; perros y gatos buscan refugio inútilmente, mientras algunos niños se queman y manipuladores irresponsables pierden sus manos o fallecen por las explosiones; algunas casas o edificios resultan con afectaciones severas, inclusive destruidas.
Celebremos las fiestas ojalá sin pólvora, o en manos profesionales, ojalá en nuestras casas admirando la belleza pirotécnica y no lamentando en hospitales y funerarias.
*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Conferencista. Columnista