Ruben Darío Ceballos Mendoza - jurista

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Para Hanna Arendt, toda consideración sobre la política tiene que partir de un hecho ineludible, que es la pluralidad humana de individuos únicos y diferenciados entre sí, que es precisamente el elemento que la política debe preservar. Concibe la creación de un espacio público mediante la acción concertada de las personas y el debate ciudadano, donde confluye la política y se manifiesta la libertad. Señala además que, el sentido de la política es la realización de la libertad para todos los individuos que la conforman. Es en sí un espacio donde se deben tratar los asuntos inherentes a todos los individuos que conforman la sociedad, y en ella, la política, es donde se concretarán las constituciones, leyes, estatutos e instituciones, que servirán para legislarlas, cuidarlas y hacer que todas las personas, gobernantes y gobernados, la sociedad entera, las cumplan sin manipulación alguna, para vivir en un verdadero Estado de Derecho.

Por su parte, respecto de la decencia, se sostiene que el problema de las relaciones entre política y moral, reaparece en nuestros días con una renovada actualidad, no sólo por la necesidad de hacer frente a la corrupción generalizada de la política dominante, sino también por las exigencias que, fuera o en contra del poder realmente existente, impone una política de verdadera emancipación social; resultando controversial discutir sobre el concepto de la decencia y lo que supone ser una persona “decente” en tanto que usualmente se ha asociado la condición con el cumplimiento de parámetros socialmente admitidos y en cuanto dichos parámetros no necesariamente representan a las diferentes formas de comportamiento de los diferentes grupos sociales. Así, la decencia será una característica atribuible a un sujeto en referencia a un conjunto de valores que dentro de su comunidad sean admitidos como positivos.

Nos lleva lo expuesto a reflexionar sobre nuestra democracia y su sistema político, las perversidades de nuestro régimen, las ineficacias de nuestras políticas y el mal ejemplo de quienes las ejecutan y diseñan, que desincentivan la participación honesta de los ciudadanos que creen en el poder de las ideas como instrumento para lograr el bien común. A pocos interesa hoy debatir con informada opinión sobre los principales temas nacionales, consecuencia de la mercantilización de la política. Hacerlo es muchas veces perder el tiempo.

Además, el ejercicio de la política se ha deteriorado por cuenta de gran cantidad de mercenarios que se comportan de acuerdo con la conveniencia; sacando provecho de su servilismo, ofendiendo las causas populares que dicen defender y traicionando lo poco de ideas que les quedaban. Las doctrinas, otrora guía de la acción política, parecen relegadas a un segundo plano y quedan pocos sobrevivientes de un ejercicio político que parte de las convicciones, se manifiesta a través de las ideas y se concreta en la decisión de servir a los demás.

No obstante, no podemos renunciar a participar desde la sociedad, con nuestra opinión (informada), en la construcción de una política decente, que redunde en el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, debiendo tocarse los más importantes asuntos de la política nacional, aportar aspectos relevantes al debate para que se conviertan en fuente de consulta para comprender los debates nacionales, lo que lleva a inquietudes por la turbulenta marcha de las instituciones, las desviaciones del poder y la poca recuperación del sentido de la participación y la acción en la política.


*Rubén Darío Ceballos Mendoza. Jurista. rubenceballos56@gmail.com

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