Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
Me llegó, junto con otros muchos comentarios de singular factura que semanalmente recibo en beneficio de mi retroalimentación como columnista, que adelanto en distintos medios de difusión, uno que mucho tiene que ver con la gesta democrática que se avecina, reproduzco a continuación y pie me da para referirme a ello un poco más en extenso; esto es, respecto a lo que debe ser nuestra participación en dichas gestas electivas, en particular la de octubre, a mi juicio más que importante, al determinar en buena medida nuestros rumbos administrativos públicos local y departamentalmente para el cuatrienio próximo.
He aquí el comentario al que me refiero: “La participación del elector se viene perdiendo, sería lo ideal contar con una amplia participación, lastimosamente la confianza se perdió, por ende se pierde el interés, sumado a la falta de criterio analítico, producto de la baja formación, más la desinformación masiva en redes, todo se conjuga en una apatía política, los mayores responsables, los políticos por construir desde el engaño”.
Bien afirman los analistas de la ciencia política, que, en el discurso político, especialmente en el politológico, uno de los desafíos de la democracia que llama mucho la atención es el abstencionismo. El supuesto que subyace es que la democracia se legitima y, al mismo tiempo, se consolida por medio de la participación masiva en los actos electorales, es decir por medio de una alta participación electoral. En este sentido la sola celebración de elecciones no basta, tampoco la garantía del pluralismo político y de la libertad del elector de escoger libremente entre las ofertas electorales; para cumplir con las expectativas que se han generado en torno a la democracia se requiere, además, una alta concurrencia del soberano, el pueblo, al acto electoral. Este exigente criterio lleva, primero, a destacar el abstencionismo y, segundo, a interpretaciones del fenómeno tendientes a cuestionar la calidad de la democracia y a poner el acento en la desafección de la gente frente a ella.
La participación electoral sigue siendo un importante elemento de la participación política. Es deseable una alta participación electoral, lo que justifica enfocarse en ella y fomentar su nivel y alcance. Sin embargo, en el combate al abstencionismo hay que tomar en cuenta que los factores que determinan el grado de participación electoral, o el abstencionismo, son múltiples. No existe ninguna relación causal unilineal entre un único factor y el nivel de participación electoral. La relación de los organismos electorales con la participación electoral es se suyo importante, aunque, de ninguna forma, determinante.
Es claro a todas luces que la evaluación del nivel de participación política depende de conceptos y criterios relacionados con la teoría de la democracia que se profesa. En este sentido, distinguir entre participación electoral como derecho o como función hace una diferencia. La dicotomía más importante y de mayor impacto en el nivel teórico para la evaluación de la participación electoral es, sin embargo, la existente entre la teoría liberal y la teoría republicana de la participación, ya que en términos generales, la primera tiene una posición más realista, más pragmática, menos exigente frente a la participación electoral; mientras que la segunda, defiende una postura más utópica, más programático-educativa y más exigente.
Importa en esto de la participación electoral, alentar la toma de medidas en función del combate del abstencionismo, el aumento de la participación política y la creación de una nueva cultura democrática; superar los varios obstáculos para la feliz realización de un proyecto de envergadura, cual es el de alcanzar un alto nivel de heterogeneidad social y étnica, el nivel de educación, y el desempeño gubernamental en función de las demandas sociales.; más por cuanto pareciera normal la existencia de una cierta relación entre participación electoral y desempeño gubernamental. Sin embargo, se puede observar la paradoja de un aumento de la pobreza y de una agudización de la desigualdad, por un lado, y de un discurso político dirigido hacia una mayor participación electoral, por el otro; mientras que, en realidad, la situación social genera más abstencionismo.
Generar una democracia de alta participación electoral con fundamento en un constructivo pensamiento social filosófico y una realidad sociopolítica, seguro lo convertirá en un hacer alcanzable, en lo que colabora de manera eficiente diferenciar entre la teoría normativa, con todo su encanto y el entusiasmo que sabe generar y la realidad, con todas sus limitaciones y contradicciones que no podemos subestimar. Si bien es importante profundizar la democracia, preciso es también pensar la participación con criterios más realistas con base en enfoques más apropiados para el momento que vive la democracia.
rubenceballos56@gmail.com *Jurista