Por: José Manuel Herrera Brito
Las democracias deberían marchar enhiestas e imparables. Nunca débiles, frágiles ni amenazadas. Tan fuertes que terrorismo, corrupción, inseguridad y demás otros embates reales y disfrazados revestidos de fuerzas oscuras de distinto origen, objetivos, metas y propósitos, no sean escollo para su permanencia. En ellas, las democracias, los asuntos no debieran desbocarse, ir cada uno por su lado y mucho menos dar al traste con procesos de normalización en contexto de disciplina; sino de permitir la fortaleza de las clases medias y el apoyo a las menos favorecidas por la fortuna, el consenso constitucional, los planes permanentes de ajustes; y los pactos de unidad entre todos los partidos y de las fuerzas sociales en beneficio colectivo.
Necesario en ello, ceder en los asuntos importantes para la comunidad en general, entregar lo menor por lo mayor, hacer coincidir fuertes liderazgos de dirigentes capaces de mirar al Estado más allá que a sus estrategias electorales y de partido, lo que hoy parece imposible, en la verdad que los liderazgos no son los que debieran ser, al anteponer a los intereses superiores de la colectividad, los particulares y no haber consciencia de la situación que vivimos y vamos a vivir, la cual nos estrellará a una realidad económica dramática.
Interesan liderazgos que logren estructuraciones robustas, de esos que mañana pueda decir la historia que fueron ellos los mejores en muchas décadas al permitir entre otras estabilidades, la social y la económica; que con ellos logramos plenas incorporaciones e inclusiones en todos los ámbitos y niveles. Que no tuvieron que ver con componendas ni arbitrariedades, sino con la total depuración de las responsabilidades; más no con las miserias políticas del día a día, y que además cumplieron a cabalidad con la justicia histórica.
Importante, líderes útiles a la sociedad, es lo que requerimos. Líderes que podamos conocer por sus buenas como mejores obras y que con prisa y sin pausa nos lleven a una democracia avanzada que nos proporcione estabilidad, desarrollo social y humano, progreso, crecimiento económico e integral prosperidad. Líderes que entiendan e igual comprendan que lo bueno para la mayoría, lo positivo para la nación y todo lo que suponga mejora de las condiciones de vida debe celebrarse, sea cual sea el color político de quien lo haga y que no solo vean bondad en lo suyo y maldad en los otros. Ya lo decía Epicteto: “El hombre sabio no debe abstenerse de participar en el gobierno del Estado, pues es un delito renunciar a ser útil a los necesitados y una cobardía ceder el paso a los indignos”.
Siempre habrá la necesidad de líderes útiles que generen el apoyo y el respeto de la sociedad. Una democracia al servicio de todos y cada uno de los asociados, con los asuntos todos puestos en su sitio. Sabemos que no es ni será fácil, pero es de entender igualmente que las lecciones de la historia, si no queremos repetir yerros, desaciertos y malos pasos que en su devenir se han dado y son por todos conocidos, hay que saber leerlas y con ello de seguro evitaremos caminar irremediablemente por caminos de equivocación que son los que llevan al traste cualesquiera buenas intenciones. saramara7@gmail.com