carolina rodriguez mayo

Por: Carolina Rodríguez Mayo*

Un certamen de declamación en Colombia evidencia cómo, para las comunidades afrodiaspóricas, el poema no es estático. La puesta en escena carga resistencia, refugio e historia

Carmén Gónzalez Chacón, poeta y promotora cultural cubana, y Emilia Eneyda Valencia Murrain, docente, investigadora, gestora cultural y fundadora de Amafrocol (Asociación de mujeres afrocolombianas) son dos manitas, como ellas mismas se llaman afectuosamente. Juntas lideran una conversación fundamental entre las comunidades de la diáspora africana: ¿cómo preservar la oralidad en la poesía? Respondiendo a esta pregunta, Amafrocol gestionó y organizó el pasado mes de marzo la segunda versión Con el alma prieta, un certamen de declamación y poesía que busca, asegura la organizadora, “que no se pierdan las habilidades histriónicas de la comunidad negra”.

Esta iniciativa surge desde un dolor que busca procesarse, la necesidad de mantener vivo el legado de Manuel Alejandro Mosquera Valencia, hijo de la maestra Emilia Eneyda Valencia. Mosquera luchó en vida por mantener entre las artes y la gestión de las culturas negras un movimiento dinámico y contestatario que respondiera al racismo estructural, mientras que fortalecía las voces de las comunidades afrodescendientes. Asimismo, ambas mujeres se proponen seguir encendiendo las antorchas para las nuevas generaciones de poetas e incentivan el uso de la oralidad como primer recurso poético, para así cuidar de la declamación, una tradición de los pueblos negros.

Liliana Riascos fue la ganadora del concurso propuesto por Amafrocol en la categoría de adultos. Riascos es licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, especialista en Escrituras Creativas y se desempeña como docente. Su proyecto, Negra Errante, tiene componentes musicales y orales paralelos a la escritura. En su plataforma trae a la mesa un debate sobre el hecho de que la literatura calificada como afrocolombiana no está entre el canon literario y educativo como debería. “La poesía no se toca desde la oralidad cuando estamos hablando de un marco educativo”, afirma la escritora. Y esto se debe dejar atrás en cualquier aula, puesto que la oralidad entre los pueblos negros ha sido una herramienta de resistencia epistémica, artística, cultural, social y política. Una herramienta que sirvió para proteger los testimonios de las diásporas africanas y que permitió la supervivencia de millares de comunidades que encontraron en la palabra refugio.

Los poemas que solo se escriben no pasan por la experiencia de lo corpóreo. En cambio, el cuerpo que declama vive el poema y le da vida a nueva poesía. Riascos, por ejemplo, explica que “el escenario es una oportunidad para trascender y esa trascendencia es performática. Siempre hay un símbolo detrás de cada movimiento, de cada elemento que rodea la declamación en sí y tiene un significado. Ese día llevé intencionalmente un trapo (tela) rosa que iba a simbolizar mi lucha contra el cáncer. Ese era mi momento de decir que algo me atravesaba”, dice. Es justo eso lo que la oralidad negra resalta: podemos narrarnos a través del cuerpo y podemos hacerlo con distintos elementos. Riascos no sólo usó su voz para contar algo, también usó su historia personal y preguntas colectivas para entregar un performance poderoso que tuviera múltiples capas. Aquí la memoria también tiene cabida, pues quien declama se sabe su poema y no debe recurrir a la lectura, lo que se convierte en una manera de desafiar la creación propia y la estructura convencional de la poesía que insiste en no cambiar. Sin embargo, quienes hacen declamación a partir del registro de memorias negras saben que el poema no está quieto ni tiene un punto final certero, se mueve y cambia con quien lo declama.

La poesía como se le conoce desde la academia puede ser un espacio muy estático en comparación con la óptica de las comunidades afrodiaspóricas que ven en ella un espacio fértil de múltiples expresiones. Declamar se vuelve un arte polifónico donde conversan el teatro, la literatura, el arte y la filosofía. Así lo explica la maestra Carmen Gonzáles: “La poesía en nuestros territorios era todo: el que cantaba para sembrar la tierra. Poesía era el que iba a cazar, poesía se hacía en todas partes. En Occidente, la poesía es un nicho de gente que la hace para alejarse de otra gente, para tener estatus. Nosotros hacemos poesía porque sí, cantamos porque sí.”

Los saberes que son transmitidos de una persona a otra a través de la oralidad han permitido que sí exista una pedagogía que responde a las necesidades únicas de las diásporas africanas, puesto que no siempre la falta de acceso a recursos de lectoescritura ha sido impedimento para el desarrollo de su autonomía cognitiva ni artística. En la oralidad se forjan conocimientos y saberes que funcionan como redes entre las personas negras de comunidades diferentes o como articulaciones de una comunidad en específico. Así lo señala la maestra Emilia Eneyda Valencia: “La pedagogía de la palabra es el cúmulo de proverbios, dichos o refranes con los cuales nos educaron, nos advirtieron, nos criaron y que, si no hubiese sido por esta oralidad, no habrían llegado a nosotros. En este sentido, la memoria también es importante”. En la oralidad se ha forjado la historia de muchos pueblos que fueron colonizados y que siguen siendo precarizados por ideales occidentales. La oralidad es resistencia y es un tejido entre personas afrodescendientes, por eso exaltar su valor y continuar con esta tradición es también una manera de impedir el borrado cultural que traen fenómenos como la globalización y la modernidad; fenómenos que tienen una raíz colonial.

Los esquemas de hoy también buscan entender que esa oralidad puede empatar con formatos multimedia y así también tener, entre archivos digitales, testigos de la historia negra. Con el alma prieta tiene como objetivo llegar a un público amplio y por eso recopila el trabajo de los poetas declamadores en un e-book. El espacio que ofrece Amafrocol es uno que edifica a la comunidad afro y que insiste en registrar el valor de la palabra. Así concluye la jornada la ganadora, Liliana Riascos: “La oralidad nos ha permitido a nosotras, las personas negras, seguir aquí. Conservar la oralidad al día de hoy es la prueba fehaciente de que la literatura como la conocemos existe porque hubo oralidad primero. El performance es una excusa para mostrar el trenzado histórico que viene tejiendo la palabra hace muchísimos años”.

*Profesora, escritora y viajera. Ha publicado en revistas colombianas como Literariedad, Sombralarga, Sinestesia, Volcánicas y Manifiesta. Fue elegida como parte de una antología de jóvenes poetas, Afloramientos, los puentes de regreso al pasado están rotos publicado por Fallidos Editores. Produce el podcast Manifesto Cimarrón donde conversa sobre negritudes, diversidad y resistencia. Columnista Invitada

¿Cómo le pareció el artículo?
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

Por editor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *