Por: José Manuel Herrera Brito

No podemos como sociedad perder el camino ni quedarnos sin validas guías, lo que nos haría aún más fácil presa de mentiras e invenciones que nada tienen que ver con la realidad que corre rauda; de ahí la importancia de un fuerte Estado de Derecho, de una democracia sólida, de una institucionalidad que imperen imponentes e inviten a que los asuntos funcionen entre ciudadanía y autoridad con normas claras, derechos y obligaciones a respetar y a cumplir, lo que nos hace una sociedad que organizarse debe en mejor forma y de superior manera, en compendio de acuerdos mínimos, unidad y objetivos comunes en lugar de divisiones, casi siempre perniciosas y perversas que a nada conducen.

Necesitamos un Estado de Derecho e instituciones graníticas, donde se tomen decisiones acertadas, adecuadas y pertinentes acordes al momento y de conformidad con las propias realidades y necesidades, a efecto que no se siga tornando quebradiza la democracia. No podemos permitirnos el lujo que las divisiones crezcan, se propaguen y minen la confianza institucional. Requerimos de una estructura social más compacta, unida por principios y valores; y, no una sociedad que tienda a odiarse; razón para recuperar la confianza institucional, que hagan altas nuestras expectativas, se resuelvan los uno y más pendientes que tenemos a todo nivel, a fin de tener la esperanza que podemos alcanzar un desarrollo democrático cierto y demás necesidades a la altura de las sociedades más avanzadas de la comunidad de naciones.

Tenemos que aspirar a modelos que colmen nuestra razón de ser, que respondan a nuestras esencialidades y fundamentaciones propias, descubrirlo nosotros mismos, importando en lo cual ponernos de acuerdo respecto de lo que sí y de lo que no funciona, camino a diseñar un modelo de democracia que nos llene plenamente y sea además justo, equitativo, de oportunidades y focalizado en la prosperidad colectiva.

Requerimos de articulaciones dialógicas construidas a partir del sentido común de identidad, pertenencia y patriotismo que nos indique una función integradora de la discusión política, consecuente con la deliberación que se lleve a cabo en los espacios públicos,  a efecto dotarla de una legitimidad que revalorice el papel funcional de la democracia, con representatividad plena, transparencia en sus procedimientos, involucrar siempre al público al que debe rendírsele cuentas a través de los procedimientos que mejor fueren.

En todo, interesan líneas de trabajo efectivo, estar seguros que existen nuevos caminos, que debemos proyectarnos, enfrentar los dilemas de la deliberación, la participación, la presión de los agentes del poder y ser capaces de articular soluciones, usando como hoja de ruta vínculos concretos para la protección, promoción y vinculación de todos los derechos en el ejercicio gubernamental. Es otorgar nuevos direccionamientos con objetividad política como fuente de acciones concretas para que la progresividad tenga connotación visible, a fin de fortalecer la identidad política como una herramienta esencial para la democracia como concepto indisoluble en el que gobernantes y gobernados participen activamente en la solución de los problemas que yacen en el seno de la sociedad. saramara7@gmail.com

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