Por: Iván Meneses Periodista.
Después de tantas luchas, derrotas y triunfos hemos llegado al mes más añorado por la mayoría de nosotros, pero hay quienes desearon que nunca llegara.
Diciembre, es el mes en donde nuestro entorno se viste de fiesta, luces, comida, alegrías y las familias se reúnen. Además, los amigos de infancia se reencuentran después de tanto tiempo.
Así como es alegre y colorido, también diciembre es triste y melancólico por aquellos familiares y amigos que dejaron de existir físicamente acá en la Tierra.
El 31 a partir de las 11:55 P.m al son de aquella tradicional e inolvidable canción del maestro Aníbal Velásquez, faltan cinco pa’ las doce y cuándo las campanas o reloj de la iglesia suenan avisando que el año está a punto de culminar, la melancolía se apodera de nosotros y las lágrimas correrán por nuestras mejillas, mientras alzamos la mirada al cielo iluminado por la luna y las estrellas como buscando en ellas a nuestros familiares que en aquella noche no estarán con nosotros reunimos en la mesa o en la terraza de la casa, despidiendo el año viejo y dándole la bienvenida a otro que llega.
Las luces de los fuegos artificiales en la madrugada fría del fin de año, ayudan a los astros a iluminar el cielo, ese cielo en el que guardamos las esperanzas que nuestros familiares se encuentren gozando con plenitud en la gloria con Dios.
Este quizás no fue el mejor año para muchos de nosotros porque la vida nos golpeó más de dos veces, pero con optimismo salimos adelante pese que el núcleo de muchas familias disminuyó por la partida de papá, mamá, los abuelitos, amigos y demás familiares, a quienes no aceptamos que estén durmiendo en el sueño eterno.
Melancólicos, con un dolor en el pecho y un nudo en la garganta, deseamos que el tiempo retroceda para emendar los errores y mejorar los malos momentos vividos con los seres queridos que no están, pero es demasiado tarde para recuperar el tiempo ido.
En el nuevo año que vamos a vivir, tenemos la esperanza y oportunidad de aprovechar el tiempo al máximo con los miembros de la familia que viven y están presentes a nuestro lado.
“Valoremos y preocupémonos por nuestros familiares que viven, en especial por aquellos que están enfermos. No sabemos cuándo se apagará su voz “.