Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
Es evidente que es mucho y más lo que necesitamos. Tantas, que es asaz difícil enumerarlas sin correr el riesgo de hacernos interminables. Nos urge en manera importante recuperar la fe y confianza en las autoridades e instituciones, gran parte de las cuales perdidas, ojalá que no irremediablemente, debido a que muchos de los conflictos que nos agobian justifican esa tamaña decepción.
No puede ser que nuestras autoridades se la pasen todo el tiempo, en lugar de aplicarse en soluciones y ejecución de acciones relevantes en beneficio colectivo, echándose la culpa de todo, lo que es lamentable; y además de lo cual, vemos que no se unen esfuerzos, no se propende luchar por las mismas causas, ni ir en igual dirección; apenas fugaces entusiasmos, hasta la aparición de nuevos intereses y consecuentes separaciones.
Autoridades las que tenemos que no les importa ser ejemplo ni referente para las nuevas generaciones. No hay visión de porvenir. Nuestra juventud ante tanto desatino, presta se encuentra a multiplicar tales conductas, en las que convergen fraudes, insultos, señalamientos, acusaciones, frustraciones, incumplimientos, injurias, calumnias, traiciones y demás otros desafueros; cuando en lugar de todo lo despreciable y abominable que ello representa, requerimos nutrir en la juventud espíritu de lucha, de esfuerzo, indicarles la senda del bien con hechos, estimularlos, propugnar por que opten por las causas justas y transiten por las vías de lo correcto, lo bueno y mejor. Que entiendan que los complejos son superables y que el civismo es necesario como la lucha por sus semejantes. Es, en fin, hacerlos comprender que no hay nada peor que un buen consejo seguido de un mal ejemplo.
Importa plantar en la juventud la autoestima como determinante de vida que aleja los complejos. Es cultivar en la sociedad la necesidad de la convivencia pacífica. Es encauzar validos cambios y transformaciones, ya que no podemos permitirnos limitarnos a ser espectadores de un presente incierto que vislumbra un desolador porvenir.
Hacerle percibir a esa juventud que debemos luchar por el cambio, la transformación y la justicia por caminos de rectitud y bajo la correcta observancia de las leyes. Se trata imperiosamente de educar a la juventud para no tener que castigar a los mayores, parte de la ruta para lograr una sociedad sin conflictos, articulada y armónica, camino a salvarnos todos, debiendo visualizar por tanto el alcance de nuestras acciones y sus efectos. Tarea inaplazable es empezar ya.
*Rubén Darío Ceballos Mendoza. rubenceballos56@gmail.com – Jurista