Por: Diana Acosta H.*
Entre 1944 y 1950, Rulfo escribió 84 cartas de amor a Clara. Hoy, esa correspondencia íntima se publica en el libro Cartas a Clara. Juan Rulfo y Clara Aparicio se enamoraron a través de las cartas del escritor. Aunque la obra de Juan Rulfo será eternamente honrada, es uno de los pocos autores universales con un legado literario sorprendentemente breve: solo escribió dos libros. Estos son El llano en llamas y Pedro Páramo, a los que se suma otro título sobre historia mexicana, poco conocido, que revela una faceta distinta del escritor.
“A Juan Rulfo se le reprocha mucho que solo haya escrito Pedro Páramo. Se lo molesta siempre preguntándole cuándo tendrá otro libro. Es un error. En primer término, para mí, los cuentos de Rulfo son tan importantes como su novela Pedro Páramo, que, lo repito, es para mí, si no la mejor, si no la más larga, si no la más importante, sí la más bella de las novelas que se han escrito jamás en lengua castellana. Yo nunca le pregunto a un escritor por qué no escribe más. Pero en el caso de Rulfo soy mucho más cuidadoso. Si yo hubiera escrito Pedro Páramo no me preocuparía ni volvería a escribir nunca en mi vida”, confesó Gabriel García Márquez, quien fue al igual que muchos otros tantos escritores, iluminado por sus obras. Rulfo, de estar vivo, podría jactarse de haber protagonizado una de las historias de amor más inspiradoras entre los escritores, un club donde las relaciones casi siempre han estado marcadas por la infidelidad y la tristeza.
Clara Aparicio, el nombre de la mujer que conquistó el corazón del joven escritor, no se convirtió en la musa ni en el origen de algún personaje literario, como suele ocurrir con otros autores que, al descifrar los códigos de sus amores, esbozan figuras femeninas en sus obras. Clara no fue un boceto ni una inspiración pasajera; por el contrario, habitaba plenamente el mundo del escritor, moviéndose con libertad a su alrededor.
Si yo hubiera escrito Pedro Páramo no me preocuparía ni volvería a escribir nunca en mi vida”. Gabriel García Márquez. Rulfo, profundamente enamorado, no podía hacer otra cosa más que adorarla. “Dime: ¿quién te dio ese corazón tan bueno si ya te había hecho hermosa? Dios nunca da esas dos cosas juntas, y el diablo no las tiene. Así pues, queridísima Chachina ¿dónde conseguiste tantas cosas al mismo tiempo? Encontraste a los ángeles dormidos y les robaste algo. Y ese algo fue el corazón que ahora es tuyo”, escribió. Juan Rulfo perdió a sus padres cuando aún era muy joven. Aquella orfandad lo llevó a caer en profundos estados de dolor, de los que solo pudo salir gracias al amor de la joven.
Así cortejaba Juan Rulfo a Clara. En la labor de enamorar a Clara, Juan pulió su escritura, elevando el amor al nivel de lo sagrado. “Ayer también me acordé de que aquí habías nacido y bendije esta ciudad por eso, porque te había visto nacer. No sé lo que está pasando dentro de mí, pero a cada momento siento que hay algo noble y grande por lo que se puede luchar y vivir. Ese algo grande, para mí, lo eres tú”. Antes de lanzarse a enamorarla formalmente, Rulfo se sometió a la espera de tres años, regido por el respeto hacia los padres de Clara, pues la joven había cumplido escasamente trece años. Habiendo pasado el tiempo, Juan, de 26, comenzó a escribirle cartas desde Ciudad de México mientras ella las recibía en Guadalajara. A medida que avanzan los meses, las cartas dejan de ser un cortejo muy formal y adquieren un carácter más íntimo, propio del amor apasionado que sentía Rulfo por Clara. A través de las páginas, el escritor la va llevando por un sendero poético al cual ella corresponde despacio; cediendo en la medida en la que descubre que el amor del hombre es sincero y genuino.
Yo siempre anduve paseando mi amor por todas partes, hasta que te encontré a ti y te lo di enteramente”. Juan Rulfo. Los lugares comunes, como suele llamársele en la escritura a aquellas frases usadas hasta el hastío por los escritores, no existen en estas cartas. Tanto que para expresar un “te quiero” o un “te amo”, Rulfo elige tomar el camino largo. “Por lo pronto me puse a medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir, de aquí a donde tú estás.”
Un libro difícil de conseguir. El mundo supo de estas cartas al publicarse por primera vez un compendio de ellas, poco antes de la muerte de Clara Aparicio. La editorial RM fue la encargada de poner en las librerías Cartas a Clara, una selección de 84 cartas que se elevan al nivel de la buena literatura. Probablemente conseguir el libro en México no sea tan difícil dado la nacionalidad del escritor. Sin embargo, para traerlo a Colombia me valió dos intentos fallidos hasta que la buena suerte me permitió encontrarlo en un aeropuerto, a punto de ser llevado por otras manos. Leerlo me dio pudor. Pudor por manosear la historia de amor de quien nunca imaginó que sus artimañas de conquista estarían hoy al alcance de todos. Tanta es la naturalidad con la que Rulfo se dirige a su amada, que en muchas de las cartas le escribe sobre lo acongojado que le hace sentir su trabajo, el poco dinero que tiene en los bolsillos y hasta le comenta los detalles de alguna gripa mal cuidada o un quebranto de salud del que debía reponerse solo.
El libro Cartas a Clara condensa las cartas del escritor a su enamorada. “Estuve leyendo hace rato a un tipo que se llama Walt Whitman y encontré una cosa que dice: ‘El que camina un minuto sin amor, camina amortajado hacia su propio funeral’. Y esto me hizo recordar que yo siempre anduve paseando mi amor por todas partes, hasta que te encontré a ti y te lo di enteramente.” Cartas a Clara no es un libro que se lee como a Pedro Páramo. Aquí la necesidad de leer la última página es desplazada por el disfrute parsimonioso de meterse de lleno en una de las historias de amor más apasionantes de la literatura. “¿Sabes una cosa? He llegado a saber, después de muchas vueltas, que tienes los ojos azucarados. Ayer nada menos soñé que te besaba los ojos, arribita de las pestañas y resultó que la boca me supo a azúcar; ni más ni menos, a esa azúcar que comemos robándonosla de la cocina, a escondidas de la mamá, cuando somos niños”.
El 23 de abril de 1948, Juan Rulfo y Clara Aparicio llegaron al altar. Fruto de esa unión nacieron Claudia Berenice (1949), Juan Francisco (1950), Juan Pablo (1955) y Juan Carlos (1964). En 1986, a los 69 años, la vida del escritor se apagó para siempre a causa de un agresivo cáncer de pulmón. Clara vivió 39 años más, hasta su muerte en 2023, a los 95 años de edad.
*Comunicadora Social, Periodista