Por: Ec. Esp. Omar Escobar
Gracias a Maquiavelo conocemos que el lenguaje universal de la política es irracional; su único principio es tener, mantener y extender el poder. La política es independiente de la moral; un acto será conveniente o no, según sea beneficioso o perjudicial para conseguir un fin. La ciencia política es indiferente de la moral, es más la finalidad política exige la mentira, la corrupción, la arbitrariedad y el despotismo, mientras los intelectuales deliran con ella.
El político tradicional ilusiona al mundo, más en la práctica, la política no tiene nada que ver con la ética, la moral o las buenas costumbres pero tampoco con la lógica: se puede decir una cosa en campaña pero cuando se gobierna se hace otra cosa. La política se ha basado en el perspectivismo de cada uno, de allí que la verdad política no existe, solo es la síntesis racional de cien verdades a medias. En ese marco, la racionalidad es tan vaga como el espacio y se impone la política visceral… paradigma de la sociedad actual.
Este paradigma que se desarrolla en las familias, muchas de ellas, llenas de prejuicios con los mitos de ahora y los estereotipos de siempre, a causa del adiestramiento castrante del pensamiento. En su mayor expresión la política se ha trasmutado en doctrina eclesiástica. Los partidos políticos funcionan como iglesias mundanas, por tanto, sus plataformas ideológicas, más que planteamientos son actos de fe ciega y sus líderes, más que humanos, son dioses para idolatrar. Más allá de líderes y seguidores, está la estructura mental de la sinrazón, la estructura mental del idealismo vano que aún persiste como maleza entre la sociedad.
Ante ese paradigma, no hay poder humano, no hay razón jurídica, no hay delito flagrante y las mentiras más flagrantes son presentadas como epifanías de un mundo feliz. El sujeto es insensible al sentido común, y la conciencia se reduce a su etapa de párvulo. Cuando no pueden luchar contra hechos verificables, acuden a retorcerlos, a desmentirlos en aras del patriotismo, la democracia y la seguridad. La falta de racionalidad recae en todo sujeto carente de la duda; no es exclusivo del plebeyo, también lo es del intelectual de escritorio.
Por otra parte, están los maquiavelistas, quienes conocedores de la sinrazón de la política, conocedores de los sujetos viscerales, ocultan tras ella y ellos, los intereses económicos para convertirse en los verdaderos caciques del poder… así la política de la sinrazón es la herramienta de la política del interés y los privilegios en la sombra.