Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
En política, si ejercerla como debe y tiene que ser queremos, importa hacer ausentes los complejos, sin dejar de ser cautelosos, negar la realidad ni caer como tampoco usar la mentira para llegar a posicionamientos, lo que es tramposo. No se trata en política como vemos y es de común ocurrencia, que infrinjamos códigos éticos en lo trascendental, se le dé contentillo en muchos asuntos a la credibilidad popular ascendente con metidas de pata propias del peligro de la política y del hacer de los adversarios.
Las afecciones se quedan en escoriaciones puntuales a la hora de medir la repercusión de las denuncias comunitarias respecto de ciertas inclinaciones de autocracia, por lo que hay que prevenir el mal uso que de ello harán los señores del poder en ejercicio y cometido de arbitrariedades. De todo hay que cuidarse en política, y más en época electoral, donde todo es pantanoso y todos los caminos plagados están de arenas movedizas. El poder gobernante arremete con todas sus fuerzas y dineros oficiales, y quienes aspirar a ser opción a ser alternativa, a alternar, han de medir bien actos, hechos y palabras para preservar la integridad del crédito electoral y favor ciudadano, sobre la base de ser decentes y presentarse a contienda con sólidos argumentos, para que a lo que aspiran sea una realidad.
Es tener apego a la verdad, que los afectos adquieren un plus de pertenencia para poder sortear con éxito el camino enlodado de la mentira política. No es con codicia, avaricia, ambición desmedida ni sembrando dudas como se hace nueva política, tampoco malversando ni apropiándose de los sagrados recursos públicos; no, es con dignidad y voluntad de servicio en beneficio y aprovechamiento comunitario. Se trata de generar confianza, respetar la legalidad y defender con integridad principios y valores. De la misma manera, interesa ir de la mano de la ingeniería social, buscar consensos, acuerdos, gobernar o cogobernar con medida, responsabilidad, transparencia y cumplimiento, camino a consolidar solvencia democrática, promoviendo y sumando lealtades.
La política no hay que hacerla con cálculos, ni pensando en rentabilizar beneficios personales en detrimento de la noble democracia a costa de las mayorías verdaderas, ni con el chantaje impositivo y permanente de las minorías. Definitivamente la política no es ni se hace soportada en odios, deslealtades y deshonestidad. No podemos bajo punto de vista alguno someternos a la falsedad de esa política que desprecia bien común e interés general, como tampoco al rumor de un falso relato, ni a la mentira emotiva de conveniencia partidista. La sociedad hace tiempo que está harta por el aprovechamiento que se hace de los poderes que actúan sin escrúpulos.
*Saúl Alfonso Herrera Henríquez. saulherrera.h@gmail.com – Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual