lisbeth barraza escorcia

Por: Lisbeth Paola Barraza Escorcia*

La familia como institución debería ser mayormente tenida en cuenta en los objetivos sociales, en cuanto a sostenibilidad y en la formulación de los proyectos que buscan la protección social de los sectores vulnerables, en contexto y necesidad de consagrar la paz, el control de la violencia, orígenes étnicos, religión y orientación sexual. Es tener en cuenta personas, géneros, grupos etarios, países, pero también familia, ya que es notable esta desaparición de la institución familia cuando se le propone a la humanidad avanzar a nuevos horizontes de paz, desarrollo, crecimiento económico, e igualdad ante la ley. Tradicionalmente en relación con la justificación de la familia se distinguen dos estrategias una que podría llamarse la “estrategia instrumental” que pone énfasis en las consecuencias positivas que se desprenden de la existencia de la familia como ámbito primario para la crianza y educación de los niños y que es ella un medio eficaz para lograr determinados fines, y que esta utilidad justifica su existencia y protección, que busca en una perspectiva normativa establecer un vínculo a priori familia / derechos básicos de los individuos.

Cabrá preguntarse siempre ¿A quién o a quiénes beneficia la familia? ¿Quiénes son los sujetos de los derechos y libertades que asociamos con ella?, dado que las razones instrumentales, por lo general, se suelen centrar en la utilidad de la familia para la sociedad o para las generaciones por venir. Algunas explicaciones destacan las ventajas que tendría para la sociedad permitir que los adultos formen familias y ejerzan cierta autoridad sobre sus hijos. Este es el fundamento del valor de la familia que aparece más explícitamente en la teoría de John Rawls. Otras se enfocan en las ventajas que representaría para los niños ser criados por adultos particulares, quienes los conocen mejor que nadie y quienes, debido a los lazos de afecto recíproco que los unen con sus hijos, están mejor motivados para velar por sus intereses e influir en su formación.

Pregunta que nos sugieren lo expuesto es ¿qué pasa cuando la familia desaparece? La historia de las sociedades socialistas ha mostrado una cara muy dura de esta realidad. En estas sociedades se impone la sustitución de la familia por el Estado. Los regímenes socialistas al negar la beligerancia de la responsabilidad individual se apoderan de una trama de atribuciones legales que les permite a las instituciones públicas intervenir y prácticamente dirigir la esencia de la vida familiar, compartir e imponer valores y responsabilidades. Es verdaderamente llamativo cómo las responsabilidades de las familias son trasladadas a instituciones públicas, hospicios, orfanatos, donde el valor central que se siembra es “la fidelidad a la patria” sin ninguna vinculación con la aspiración de vivir en libertad o la búsqueda de un proyecto de vida que exprese su relación familiar y a la vez la particular individualidad de cada uno de sus miembros.

En Occidente podríamos decir que la vigilancia de la familia es no solo legal sino especialmente de carácter moral. La primera pregunta que surge ¿la pareja que se constituye en familia está motivada por fines espirituales? Cómo sería compartir valores, fundar una base para crecer en todos los planos: protección entre sus miembros, educarse como seres humanos libres, progresar económicamente, compartir responsabilidades en la gestación y cuidado de las nuevas generaciones, alcanzar identidades políticas, culturales y consagrar valores, responsabilidad, honestidad, confianza.

Estos fines de la familia podrían ser suplidos por instituciones públicas, por injerencia directa del Estado en el seno de las familias tal como ha ocurrido en sociedades sovietizadas. Era muy impactante ver en algunos países de alto nivel de desarrollo cómo los aspirantes a ocupar cargos políticos relevantes se presentan ante dos escenarios de forma casi simultánea, el primero en el seno de los partidos políticos que los postula y de seguidas, al mismo tiempo o en muchos casos con anterioridad, muestran su imagen como miembro o cabeza de una familia que se expone como ejemplo, como evidencia de la trayectoria cultural y ética del individuo que aspira a ocupar un cargo político en la dirección de su país. Estas imágenes de candidatos en familia están prácticamente ausentes en las competencias de personajes autoritarios que aspiran a captar el poder.

Actualmente vale la pena valorar el sentido cultural de la propiedad, abordado a partir de una búsqueda sobre la familia como institución básica de nuestro mundo y existencia. Se indaga y confronta la vinculación entre la propiedad con la real capacidad protectora indelegable de la familia. Espacio donde surge como impronta la madre, una presencia central en la vida familiar de la mujer-madre, en su esencia vinculante y directriz de nuestras vidas, senda de investigación que por analogía marca el contraste con la relegación de la paternidad a un plano menos decisivos en nuestras existencias y conductas. Una situación que se transforma en una gran pérdida antropológica para la familia por la opacidad de la imagen paterna.

*Lideresa Social Comunitaria. Conferencista. Tallerista. Columnista

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