Melanio ZUÑIGA HERNANDEZ

✍Por: Melanio Zuñiga Hernandez

Refiere el profesor Mauricio Avella Gómez, investigador de la Subgerencia de Estudios Económicos del Banco de la República, que para hablar del origen de la deuda externa de Colombia implica remontarse a las primeras décadas del siglo 18, cuando las masivas exportaciones de capital británico llegaron a su fin con el estallido de la Primera Guerra Mundial; a partir de lo cual surge un nuevo esquema financiero y ciclo crediticio internacional que se iniciaría con el financiamiento de la reconstrucción europea, esta vez bajo los auspicios de la Paz Americana.

Importa señalar que luego del estallido de la Primera Guerra Mundial el crédito internacional pasó a través de sucesivas etapas, caracterizadas por diferentes fuentes de financiamiento, destacando que, en la primera fase, de enero de 1915 a abril de 1917, los préstamos internacionales se basaron en los mercados de capitales privados de Estados Unidos; elevando el endeudamiento de los Aliados con Estados Unidos al ritmo de los requerimientos de municiones y alimentos.

Su magnitud es ilustrada por el hecho de que el 97% de los préstamos totales de Estados Unidos durante ese período se colocó en los países aliados, destacando que el 90% de los créditos a los Aliados fue de corto plazo, y dado el contexto político del momento, fue otorgado en términos muy liberales. Apenas el 2% del crédito se orientó a América Latina.

Si bien es cierto la oleada de inversiones directas y préstamos de Estados Unidos reprodujo características de largas oscilaciones de las inversiones externas británicas, son las exportaciones privadas de capital estadounidense las que estuvieron vinculadas con la restauración económica europea y el ascenso de Nueva York a una posición predominante como centro financiero internacional; permitiendo que el auge del crédito en América del Sur se convirtiera en uno de los principales beneficiarios.

Estas exportaciones extraordinarias de capital perdurarían hasta el advenimiento del auge del mercado accionario en 1928, pero luego, al sobrevenir la Gran Depresión Económica, la capacidad de los deudores para satisfacer el servicio de la deuda se vio gravemente mermada, y los prospectos de recuperación del crédito internacional se desvanecieron cuando la moratoria de las deudas soberanas se convirtió en un fenómeno universal.

Desde entonces el ciclo de las exportaciones de capital originadas en Estados Unidos en los años veinte y su conversión en nación acreedora, facilitaron el papel de Nueva York como centro financiero dominante y la distribución de las inversiones de Estados Unidos, con énfasis en América del Sur; lo que permitió el acceso de Colombia a dicho auge exportador de capitales, que luego termino afectada por el desplome del crédito externo otorgado por Estados Unidos en la década de 1920.

A partir de 1917 y hasta 1922 surge la necesidad de implementación de leyes del Crédito de la Libertad, de acuerdo con las cuales el gobierno de Estados Unidos fue autorizado por el Congreso para adquirir obligaciones externas de los gobiernos aliados, autorizando préstamos por un valor máximo de US$10.000 millones, en condiciones aún más liberales que las de los créditos privados de la fase anterior, y a precios a la par en todos los préstamos y tasas de interés, que eran apenas suficientes para remunerar a los inversionistas locales.

Tal situación condujo a que el crédito internacional privado de Estados Unidos se redujera sustancialmente con su participación en la guerra, y fue estrictamente controlado durante los últimos meses del conflicto. Al final del período, los préstamos efectuados bajo las leyes del Crédito de la Libertad prácticamente coparon la suma autorizada. De un total de US$9.400 millones, los dos principales aliados, Gran Bretaña y Francia, recibieron el 44% y el 31% respectivamente.

Como consecuencia del cese de las hostilidades, las negociaciones se orientaron a transformar la totalidad de las obligaciones de guerra en deudas de largo plazo, y las deliberaciones culminaron con un arreglo que rebajaba los intereses causados hasta la fecha del acuerdo y los sumaba al principal. La nueva deuda de largo plazo, extendida a un período de 62 años, ascendió a US$11.700 millones, de los cuales el 15% correspondió a la consolidación de intereses.

Debido al alto costo de los créditos que dio origen a la crisis mundial de los años 30, se llegó a la conclusión que no era posible continuar con el modelo que se venía practicando desde la independencia, el cual consistía fundamentalmente en exportar productos primarios e importar manufacturas. Es entonces, en el período de postguerra, donde nuestros países toman la decisión de industrializarse, adaptando un estilo Latinoamericano creado por la escuela Cepal; modelo que estaba orientado hacia la sustitución de importaciones, promover el mercado interno y la protección a la industria naciente mediante la intervención del Estado.

Este estilo regional se había consolidado hacia 1960, con resultados satisfactorios para las economías en América Latina que entre 1965 y 1974 crecieron en promedio a una tasa del 6,7%, favorecido este crecimiento por el gran auge, que por este mismo período tuvo el comercio mundial; lo que permitió el acceso de los productos latinoamericanos a los mercados mundiales, contribuyendo a disminuir el endeudamiento externo.

A finales de los años noventa las cotizaciones del café colombiano en el mercado internacional se situaron en niveles muy deprimidos ante la perspectiva de recuperación de la producción brasileña. A lo que se agrega el fracaso de los países productores para restablecer el sistema de cuotas, lo que vino a recortar por lo menos un año, las expectativas de bonanza que tenían la mayoría de los observadores. Entonces, la preocupación del país vuelve a centrarse en el pago potencial de la deuda externa que para entonces bordeaba los US$ 18.000 millones de dólares ($ 15.500 millones públicos, y $ 2.500 millones privados).

Es importante observar, que el motivo de preocupación surge del cronograma de vencimiento de la deuda pública que a finales de 1990 presenta una fuerte aceleración en los pagos de capital que se elevaron a US 943 millones, frente a los US$ 645 millones de principios de mediados de los 80; incrementándose en un 22%, y aumentos en los dos años siguientes del 15 y 5% respectivamente. La carga de las obligaciones por capital se reduciría solamente a partir del 2000. Frente a esta situación el gobierno presentó a la comunidad financiera internacional un programa de financiamiento por US 9148 millones, lo que permitiría cubrir el déficit de cuenta corriente previsto de US$ 3.110 millones aproximadamente, y compensar las amortizaciones de la deuda pública programadas hasta 1990 en US$ 6.038 millones.


Para entonces, las autoridades económicas logran conseguir a partir de este período dos créditos sindicados con períodos de gracia de 5 años y medio, y un plazo de amortización de diez años y medio, condiciones favorables y estrategia de endeudamiento que aplicados redujo la deuda externa total para este período a US$ 15.663 millones; haciendo de Colombia un caso que aparece con notables diferencias frente al resto de América Latina, por ser de los pocos países que no ha reestructurado su deuda con los bancos comerciales, y porque ha cumplido sus obligaciones logrando paralelamente tasas de crecimiento positivas y flujos netos de capital al interior de su economía.


A pesar de ello, Colombia apareció en el escenario de los menores deudores internacionales durante el primer ciclo moderno de exportaciones de capital británico en la década de 1820, a diferencia de Argentina, Brasil, México y Perú que se convirtieron en los principales deudores latinoamericanos por ser los proveedores más importantes de los mercados de bienes de Gran Bretaña y Estados Unidos.

Desde entonces el tamaño de la deuda externa de Colombia ha venido creciendo paulatinamente, a tal punto que hoy representa proporciones relativamente altas frente al resto de los países de la región con un monto total según el Banco de la República de US$175.917 millones, que equivale al 50.6% del PIB (producto interno bruto); de los cuales US$100.927 millones son de deuda pública, y el saldo por concepto de la deuda del sector privado que asciende a US$ 74.990 millones.

Importa señalar finalmente que los reportes del Banco de la República indican que en los últimos tres años, producto del endeudamiento por la pandemia del Coronavirus – COVID 19, la deuda externa evidencia un incremento significativo en cuantía de US$ 37.742 millones; en el entendido que a diciembre de 2019 alcanzaba solamente US$138.175 millones, importe que correspondía al 42,7% del PIB, situándose luego al finalizar el 2020 en US$ 155.569 millones, con incremento de US$ 16.046 durante el año; tendencia que se mantiene durante el 2021 al registrar aumentó de US$4.708 millones, y cerrar en US$171.209 millones, monto que equivalía a 54,6% del PIB.

Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía y profesor en la Universidad de Columbia y Hamid Rashid, jefe de Monitoreo Económico Global en el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, han advertido en un ensayo publicado en Project Syndicate que: “desde la década perdida de América Latina en 1980 hasta la crisis griega más reciente, hay muchos recordatorios dolorosos de lo que sucede cuando los países no pueden pagar sus deudas. Una crisis de deuda global hoy probablemente empujaría a millones de personas al desempleo y alimentaría la inestabilidad y la violencia en todo el mundo”, una conclusión que preocupa pues las cifras de deuda externa para Colombia están disparadas al pasar de 43% en 2019 a cerca de 65% al terminar este año, todo como consecuencia de financiar la crisis derivada del covid-19, que obligó a acudir a la banca multilateral para atender la pandemia y evitar cargar con más impuestos a las empresas y las personas naturales.

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