Por: Rafael Robles Solano*
Abordar éste difícil tema con el cual doy título a esta colaboración, pretendo llamar la atención sobre su contenido y de paso, analizar con ocasión de las recientes publicaciones divulgadas por cuenta de los informes iniciales de La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición, temas que implican detenernos a reflexionar sobre la dolorosa y trágica vivencia de las regiones olvidadas o mejor llamadas de “la Colombia profunda” que comprende a diferentes comunidades campesinas integradas en su mayoría por diversas etnias de aborígenes raizales, afrodescendientes y poblaciones desplazadas de sus regiones de origen por causa de las violencias partidistas de más de medio siglo de conflictos territoriales, seguidas posteriormente por las subversivas, las paramilitares y las bandas criminales patrocinadas por el narcotráfico, la minería ilícita y las de los que desforestan impunemente nuestros recursos naturales hídricos y biodiversos, esa que no se conoce en los centros urbanos, salvo por los esporádicos informes periodísticos que ocasionalmente son publicados por algunos medios de comunicación, como igual acontece con las pocas historias de las víctimas que han salido a la luz, que evidencian que el horror causado por los victimarios, que se equipara con las denuncias de las mayores atrocidades humanas conocidas por las sociedades modernas.
Antes de continuar asumo que, para la mayoría, el concepto de “Colombia profunda,” sigue siendo vago y difuso, de modo que estimo necesario precisarlo para comprender mejor sus implicaciones en lo que acontece en nuestro país, éste se refiere: “a todas aquellas zonas olvidadas y marginalizadas por la débil presencia o ausencia del Estado, que causó el control territorial, armado y social de grupos al margen de la ley. Y, en especial, lo usó para mostrar a los citadinos “ajenos” a los territorios, la capacidad que los campesinos, indígenas y los afrodescendientes han tenido para resistir y sobrevivir a la guerra.” (Tomado de blogs El Espectador, artículo de Andrés Felipe Salazar Ávila, sobre el libro: “VERDE TIERRA CALCINADA”, de Juan Miguel Álvarez (2018).
Las actuaciones reseñadas, me hacen recordar una interesante y reflexiva publicación reciente, aparecida en el Diario “El Informador,” de Santa Marta (agosto 01 de 2022), escrita por Hernando Pacific Gnecco, prestante galeno en su columna titulada: “UN MUNDO UTILITARISTA,” donde expone acertadamente y compara alguno de los pensamientos de Jeremy Bentham, respecto de la industrialización y sus consecuencias, como esta propagó el utilitarismo social, privilegiando entre otros el desarrollo de las ciencias y las tecnologías por cuanto con ellas van las prácticas productivas y rentables que generan grandes recursos, consiguiendo desplazar los espacios educativos “a los oscuros rincones académicos,” en especial a las literaturas, las artes, la filosofía y los valores éticos, en general a todo aquello que referencie las expresiones del pensamiento humano, que son relegadas de las prioridades sociales por los factores económicos.
Al traer a colación este escenario referido a las humanidades, mi intención es comparar las diferencias en que hoy se mueven en medio de nuestras relaciones sociales y avizorar con cierto optimismo la llegada del nuevo gobierno, que entre sus múltiples propuestas, resalta el luchar por restablecer los principios y valores depuestos por la abrumadora corrupción, deponer el menosprecio por los recursos naturales y del medio ambiente, temas en los que urge recuperar la confianza ciudadana y creer que ese Mundo Utilitarista al que se refiere el autor antes mencionado, no seguirá el derrotero pesimista y lapidario con el que concluye su artículo al pronosticar que de seguir así: “… terminaremos bebiendo petróleo y comiendo carbón.”
*Rafael Robles Solano. Secretario Ejecutivo LIDERESOCIAL. lideresocial@hotmail.com