Por: José Manuel Herrera Brito
La vida para todos está ostensiblemente encarecida, desmejorada la calidad de la misma, injusticias por doquier, inequidad a la orden del día, la economía favoreciendo solo a unos pocos, cada vez menos con más y más con menos, el desmesurado crecimiento económico generando desbalances climáticos, real es la pérdida de confianza en las instituciones, indudable es la falta de fe en el porvenir. Frente a lo cual, importa en alto grado un sector privado dispuesto a ayudar en la solución de estos y otros problemas que a lo largo y ancho de la comunidad de naciones acusan sus pobladores.
Importa en esta dirección, que las empresas entren a cooperar para ayudar a crear un futuro más estable y equitativo soportado en los ODS, para tratar de resolver los problemas de pobreza, desigualdad, crisis climática, degradación ambiental, desnutrición, salud, seguridad alimentaria, paz y justicia, entre otros muchos. Se requiere en manera importante y urgente, avanzar, erradicar pobreza extrema, morbilidad, mortalidad infantil, mejorar el acceso a la energía y a trabajos dignos, duraderos y bien remunerados. No es posible que el hambre aumente, que deficiente sea la educación básica, los servicios esenciales de salud, y las mujeres sigan en desventaja y abiertamente discriminadas en los más de los sitios del orbe.
Al progreso le falta financiación. Los recursos públicos no alcanzan para debelar la pobreza, mejorar la educación y aliviar el creciente impacto del cambio climático, por lo que hace falta que el sector privado supla tales carencias. El mundo empresarial, financiero y su relación con el sector público no pasan por su mejor momento y ello debe lograrse.
Las empresas necesitan programas de inversión a largo plazo puesta al servicio de la sociedad, como un compromiso sin precedentes y apalancado en estrategias de conformidad a los objetivos mundiales, a efecto de impedir que aumente la temperatura global y con prácticas capaces de generar una prosperidad compartida en aras de generar positivos cambios y transformaciones.
De la misma manera, importa buscar nuevas maneras para que el sector privado invierta en un crecimiento y un desarrollo sostenibles, que surjan alianzas de inversionistas para el Desarrollo Sostenible que se comprometan a actuar como agentes de cambio en sus propias empresas, al igual que realizar en los países más pobres jugosas inversiones en infraestructuras sostenibles, tales como proyectos de energía limpia y accesible, utilizar innovadores instrumentos financieros para movilizar miles de millones de dólares en apoyo de la seguridad alimentaria y las energías renovables. Asumir un mayor papel en la canalización de fondos para el desarrollo sostenible en articulación con los inversionistas. Se trata que inviertan en la economía del futuro, generadora de un crecimiento limpio y ecológico que ofrezca empleos y mejore la vida de las personas a largo plazo, debiendo ir más lejos y avanzar más rápido.
Así mismo, interesa que los empresarios, amén de invertir, lideren un cambio de las políticas, muestren el camino y sean los negocios sostenibles la mejor de las rutas, lo cual están clamando los propios consumidores, lo mismo que apunte ello a convertirse en la mega-tendencia que el mundo requiere. Es preciso nuestros dirigentes todos empleen su influencia en apoyo a un crecimiento y a unas oportunidades inclusivas, en el entendido que no podemos darnos el lujo de permitirnos no hacerlo, ya que todos y cada uno de los objetivos salen favorecidos, como demostrado está, con la inversión del sector privado. Invertir en un desarrollo sostenible y equitativo no solo es un imperativo ético, sino también un buen negocio. El liderazgo de las empresas puede marcar verdaderamente la diferencia a la hora de crear un futuro de paz, estabilidad y prosperidad en un mundo sano. saramara7@gmail.com