Por: José Manuel Herrera Brito*
En un país donde los inocentes, especialmente cuando de héroes se trata, viven la desesperante experiencia de una condena, y en este caso particular hablamos de una figura cimera que lo dio todo, que lo expuso todo más de varias veces, que brindó su tranquilidad, su buen vivir y su vida misma en defensa de los intereses superiores de la patria, bien podemos decir sin temor a equívoco alguno que estamos en las entrañas de un país innoble, enfermo, fatalista, ignominioso y desquiciado; más aún, cuando ello converge y obedece a capricho, maldad, componendas, ganancias, beneficio, provecho y utilidades para favorecer intereses personalistas de casas políticas.
Es un país el nuestro que debe revisarse en este y muchos aspectos, en lo que cabe revertir las condenas erradas, más cuando ese condenado no cometió nada de lo que se le acusa y se le juzgó. Y peor que ello es que el suyo no es un caso aislado, puesto que de hecho, son muchas las historias de inocentes que terminan presos, producto de un sistema judicial lleno de sesgos. No es posible y lo sabe la nación entera, que el condenado a quien nos referimos, General Miguel Alfredo Maza Márquez, grande entre los grandes como lo reconoció la Comunidad de Naciones en innumerables ocasiones, más no pudo brindarse en la búsqueda y procura de contribuir a hacer de Colombia un mejor país y hoy se encuentre detrás de unos barrotes injustos viviendo un infierno en el que los días pasan lento, cabiendo siempre la pregunta: ¿por qué yo, por qué a mí?
Da pie lo dicho para que especialistas sostengan, soportados en investigaciones de largo aliento, que además de estas actuaciones estar rodeadas de intereses perversos, hay toda una serie de malas prácticas enquistadas en el funcionamiento del Poder Judicial: patrones sistémicos que son caldo de cultivo para que cualquier persona acabe tras las rejas, amén de señalar que tenemos un sistema judicial pensado de forma tal que llevar adelante la revisión de una condena resulta casi que imposible; haber jueces complacientes con todo tipo de irregularidades, que dejan al imputado y su defensa en muchos casos, sin posibilidad de cuestionar la credibilidad de los dichos que lo incriminan. Además, la posibilidad que un juez de marcha atrás es casi nula, implicaría ello reconocer un error judicial muy grave: haber encarcelado a una persona que no es culpable. Le arruinan la vida al inocente acusado y destruyen todo su núcleo familiar.
No tenemos un mecanismo cierto establecido para revisar las condenas irregulares, al extremo que todos los incentivos son para que no se produzca una revisión. Esos años presos no se los devolverá nadie al General Maza. La otra cara de esta injusticia y tragedia es la impunidad, siendo muy cruel que quienes trabajan en el sistema penal lo hagan con indiferencia, con apatía, y las consecuencias que eso trae. Porque detrás de los expedientes hay personas.
Execrable bajo todo punto de vista y consideración que el General Maza Márquez, se halle privado de la libertad. Y si bien El trasegar por la vida deja la enseñanza que somos seres tanto complejos como imperfectos, creo que ello no habilita para juzgar y menos para condenar sin bases ciertas, cuando lo que se debe, y más en la justicia, es ayudar a dilucidar ante la sociedad las conductas en las que incurren nuestros semejantes; esclarecer la verdad, valorar las pruebas, mirar con calma y serenidad cada uno de los procesos, para asumirlos con realidad y no con supuestos ni mentiras. Se ha olvidado que justicia y derecho son mecanismos para resolver problemas, no para crearlos. La injusticia trasciende los linderos del proceso judicial y su arbitrario, sesgado y acomodaticio ejercicio, duele, lacera, deshonra, perjudica, destruye, resiente.
Nunca debemos olvidar que no se hace justicia cuando se condena al inocente y se absuelve o no se condena a los culpables. Sentenció Montesquieu, que: “cualquier injusticia contra una sola persona representa una amenaza hacia todas las demás”; de ahí que cuando la justicia está al servicio de la política, se desnaturaliza, corrompe, desprestigia. No hay nada más nefasto para una democracia, que una justicia politizada. Lío en el que estamos y no sabemos hasta cuándo permanecerá. saramara7@gmail.com