Rafael Robles Solano

Por: Rafael Robles Solano*

En una alejada provincia del noroeste de Colombia, a orillas del rio Magdalena, se localiza el municipio de GAMARRA, en el departamento del Cesar, con una población cercana a los 15.000 habitantes, que sorpresivamente se convirtió este año en noticia de alcance nacional, por dos eventos contradictorios entre sí, relacionados ambos con las elecciones del pasado 29 de octubre, pero uno de alcance trágico, producto de viejas costumbres ya en desuso, rezagos de las violencias electorales de antaño, por la asonada contra la sede de la Registraduría municipal, que fue destruida e incendiada, con saldo de dos personas heridas y una funcionaria, Duperly Arévalo, fallecida, y el restante, por el resultado de los comicios, con el inesperado triunfo del voto en blanco.

Este último suceso, con el sorpresivo resultado donde el voto en blanco superó a los demás candidatos, tiene un significado ejemplarizante, hecho que, sin embargo, todavía carece de la mayor comprensión democrática para la inmensa mayoría de los colombianos. Situación que obliga a que las elecciones deban repetirse para la época de navidad, según ya confirmó el Registrador Nacional.

Y es precisamente sobre esta figura, la del voto en blanco, sobre la que pretendo ampliar mis apreciaciones en el presente análisis. Porque, es una alternativa genuinamente democrática, que ha sido desestimada como recurso electoral y menospreciada por los políticos, junto con los medios de comunicación afectos a aquellos.

El voto en blanco es un recurso inobjetable para que los electores manifiesten su rechazo y desaprobación, contra todos aquellos candidatos inscritos para una jornada electoral. De ahí que los políticos de turno la desestimen al lado del voto obligatorio, como figuras idóneas para ir depurando las prácticas corruptas a las que nos han impuesto durante décadas, mediante la deplorable costumbre, de comprar votos y hacerse elegir con las minorías atadas a los clanes políticos y al gran número de abstencionistas, que ingenuamente siguen pensando que participar en las elecciones, no sirve de nada, porque siempre resultan elegidos los mismos. Lo cual es absolutamente erróneo.

Esa es una falsa creencia, hábilmente explotada por nuestra experimentada clase política, quienes, desde el Congreso, se sistemáticamente se han opuesto a considerar la opción del voto obligatorio, figura que, al lado del voto en blanco, son recursos inobjetables para conseguir renovar de forma paulatina y definitiva a la clase política que nos gobierna y asfixia.

Veamos lo sucedido, la inconformidad generalizada de los ciudadanos de Gamarra, ante la imposición de candidatos que no eran afines a sus simpatías, generó inicialmente la trágica asonada que ya comentamos y que finalmente, los llevó a oponerse masivamente contra todos esos candidatos impuestos arbitrariamente, saliendo a protestar por medio del voto en blanco, lo cual no solo obliga a que las elecciones en esa población deban repetirse, sino además, a que ninguno de los candidatos perdedores, puedan en esta oportunidad, volver a lanzarse como tales.

He ahí el enorme significado e importancia de este inusual hecho, que representa el verdadero y libre ejercicio de los derechos democráticos, donde los electores, finalmente son los que determinan el curso de quienes serán acogidos como sus auténticos dirigentes, mandatarios y representantes en los cargos de elección popular.

Ojalá que este ejemplo democrático, se siga extendiendo a lo largo y ancho del país, para provecho real de los cambios políticos y sociales que Colombia requiere con urgencia.

*Secretario Ejecutivo LIDERESOCIAL. lideresocial@hotmail.com

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