Por: Francisco Vásquez Atencio*
En medio de enormes desafíos, los líderes políticos que van a ser elegidos en las próximas elecciones en nuestro país deben hacer todo lo posible para contener la crisis de la salud y proporcionar alivio económico, manteniendo a la vez un firme compromiso de proteger las instituciones democráticas del país: elecciones justas, controles y equilibrios, tribunales imparciales y medios de comunicación independientes.
Los ciudadanos deben seguir estando informados y hacer oír su voz en las elecciones y mediante su participación en la sociedad civil. La prosperidad de la región a largo plazo dependerá no solo de contar con economías sanas sino con democracias igualmente sanas.
Incluso antes de esta crisis, la insatisfacción con la democracia estaba en aumento en la región. Las economías mediocres y las persistentes desigualdades de la última década pusieron a prueba la confianza de los ciudadanos en sus gobiernos e instituciones. A medida que la pandemia de la Covid-19 ejerce una presión aún mayor sobre las economías y las sociedades, ya de por sí frágiles, es posible que la frustración de los ciudadanos con la democracia aumente todavía más. O, por el contrario, esto podría brindarles la oportunidad de apoyar a funcionarios públicos competentes.
La pandemia generada por el virus SARS-CoV-2 (Covid-19) y todas sus variantes actuales que se están propagando por todo el mundo, podría tener graves repercusiones en muchos países en desarrollo, cuyas economías se verán mucho más afectadas que las de los países avanzados. Sin embargo, es probable que sus estragos no se limiten solo a lo económico.
Los países en desarrollo, como los de América Latina y el Caribe, no solo tienen economías más débiles, sino también democracias más frágiles. La crisis actual que estamos viviendo con el virus y postpandemia podría desestabilizar las prácticas democráticas, desde el voto y las protestas hasta los derechos civiles, y, en última instancia, afectar la confianza en las propias instituciones democráticas.