Enrique Herrera

Por Enrique Herrera @enriqueha

Los tiempos cambian, el ánimo electoral también, la opinión pública es volátil pero el petrismo y su gobierno se quedaron anclados en el tiempo, en el 2022, cuando el ambiente electoral era el del estallido social, el del cambio y el rechazo a los partidos y a los políticos tradicionales pero hoy, la sociedad colombiana ha dejado atrás la euforia de cambios radicales impulsada por el estallido social y ha entrado a lo que Eugenio Torini denomina para el caso chileno, un “momento conservador”.

Así ocurrió en Chile. Se transitó de un estadio refundacional con constitución abordo, al freno de emergencia. En Colombia el petrismo se quedó allá, en el 2022, y no ha comprendido que las prioridades cambiaron  y el péndulo también.

En 2019 hubo en Colombia y en Chile un despertar, un estallido y ahora al igual que en Chile hay otro despertar pero en el sentido contrario: de preservar el presente, los logros obtenidos, de salvaguardar la seguridad, la salud, las pensiones y la economía, eso que se está desbaratando en el gobierno del cambio.

Es decir, la ola  del 2022, esa que clamaba cambio comenzó a decir, que cambios sí pero no así y se expresó políticamente y conservadoramente en las elecciones territoriales de 2023 y ahora en las mediciones de las encuestas. En pocas palabras: Colombia hoy está en otro momento que dista mucho del de 2022 pero eso Petro no lo ha entendido.

La ciudadanía comenzó a tener  otras prioridades, está clamando seguridad, respetar la institucionalidad, el sistema de pesos y contrapesos de la democracia y el orden jurídico colombiano  y evitar que, el estatismo de las reformas impida la posibilidad de acceso a bienes y servicios suministrados por el mundo privado en salud y pensiones.  Las reformas petristas no van a conseguir el respaldo mayoritario de la opinión pública ni los votos en el Congreso si no incluyen importantes concesiones en esta dirección.

Y tampoco logrará un buen gobierno si lo hace desde la confrontación  y si sigue  moviéndose en el  círculo estrecho de sus incondicionales en lugar de buscar ampliar  su coalición política y social pero para ello me temo, que es tarde.

Así las cosas, el relato del petrismo está en crisis y no tiene vuelta atrás. Con un agravante, el tránsito de las mayorías al “momento conservador” lo deja sin calle, sin Congreso y sin respaldo ciudadano. Es decir, en el laberinto de su soledad.

Así pues, todo indica que el progresismo no volverá al poder. Eso parece ser una certeza.  Lo incierto es quién lo reemplazará: ¿alguien que provenga de la política tradicional tipo Vargas Lleras o Claudia López? ¿O alguien “fuera de la caja” tipo Boric o Milei o Juan Daniel Oviedo o Bruce Mac Master o Vicky Dávila o…? ¿O habrá espacio para la moderación de Sergio Fajardo?  En todo caso será alguien que en vez de transmitir zozobra irradie mesura, serenidad, firmeza, exposición argumentativa y esperanza.  

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