Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
Tenemos como país que dejar de lado todo asomo de corrupción. Es ella más de males que todo lo obstaculiza. Crea crisis hondamente profundas en el alma de la patria, herida ya en todo su cuerpo por otros innumerables flagelos que sería infinito citar. Somos testigos para vergüenza propia y ante extraños de olas de corrupción en todas las áreas y niveles, lo que es además de injustificable, inadmisible. La corrupción domina la escena pública, se nota y palpa la descomposición, lo mismo que sufrimos otras emergencias y contando vamos.
Cabalgan a galope tendido crisis política, económica, sanitaria, social, ambiental, mismas que de seguir su curso puede tornarnos inviables como Estado. Definitivamente no puede ir más la insoportable corrupción. Terrible espectáculo es ver cómo vamos de escándalo en escándalo. Estamos inmersos en sobornos, trapisondas, tráfico de influencias, prebendas, canonjías, así como más otros desmanes que aceleran en la población incertidumbre, descrédito, irritación, incredulidad, desasosiego, desconfianza, que clama y reclama al menos mínimos de compostura, ética, moralidad y decencia.
Se impone voluntad política, decisión y ejecución manifiesta para limpiar el Estado, actuar con probidad, concitar la solidaridad de las gentes, constituirse el gobierno en garante de los intereses superiores de la colectividad, ser los salvadores de la patria, arrasar de la faz nacional todo vestigio de corrupción.
Necesitamos enderezar los caminos, volcarnos hacia la inversión social, hacer justa justicia, corregir errores y horrores, vencer la corrupción, debelarla y debelar a los corruptos, una y otros han penetrado e infiltrado con suficiencia todos los poderes, toda la estructura estatal.
Importa en este derrotero que convocados sean todos los sectores y fuerzas vivas que actúan e interactúan en nuestro seno, entender que la descomposición, sea cual fuere y provenga de donde fuere todo lo impacta de manera negativa, rompe el hacer moral, desdibuja la justicia, que debe ser proba, pronta y cumplida. Interesa sobremanera salvar lo público, recuperar la confianza institucional, ir tras sendas de esperanza, cambios, transformaciones y soluciones positivas.
Fundamental en esto, restablecer la moralidad pública, la escala de los valores borrada de la sociedad y del buen ser, hacer y quehacer político, lo que es sin duda definitivo en la ruta de ese cambio que queremos y que debe y tiene que ver de manera importante e imprescindible diría yo, con la forma y manera de ver, estudiar, analizar, entender, comprender y dimensionar desde una nueva perspectiva política, gobierno y poder.
*Saúl Alfonso Herrera Henríquez. Abogado. Especializado en Gestión Pública, Derecho Administrativo y Contractual saulherrera.h@gmail.com