anny herrera villa

Por: Anny Margarita Herrera Villa*

La educación, es el proceso de facilitar el aprendizaje o la adquisición de conocimientos, habilidades, valores, creencias y hábitos de un grupo de personas que los transfieren a otras, a través de la narración, la discusión, la enseñanza, el ejemplo, la formación o la investigación; y es un derecho básico de todos a que se les proporcionen las habilidades y los conocimientos necesarios para desarrollarse como adultos y además darles herramientas para conocer y ejercer sus otros derechos. Es un derecho humano a que las personas deban y puedan acceder para superar las inequidades y desigualdades estructurales que se atraviesan y deben superarse.

La educación debe garantizarse por el Estado y facilitar su acceso, ya que la desigualdad educativa puede entenderse como la distribución equitativa de los medios económicos, digitales y humanos, entre otros, que dependen en gran medida de la organización de los bienes destinados por las políticas públicas educativas en cada región, lo que lleva a que reflexionemos sobre los recursos económicos y personas que se necesitan para sostener a quienes estudian; repensar cómo se educa, por quiénes, para qué, para quiénes y cuáles son los impactos que abonan o no a la transformación de una sociedad democrática, participativa y equitativa. Además, es importante mencionar que existen otras dificultades para acceder a la educación en los territorios donde predominan violencia, pobreza y criminalidad común y organizada. Impone lo visto, de manera tanto importante como urgente, la necesidad de superar la desigualdad educativa, hacer que las más de las personas accedan a los distintos niveles de educación, especialmente aquellas que pertenecen a alguna población en situación de vulnerabilidad, lo que apura superar falta de infraestructura, barreras lingüísticas y culturales, entre otros aspectos.

Si adicionamos a lo dicho las causas de la deserción, podemos encontrar un panorama desolador para quienes aún no tienen garantizado este derecho. Y, si le incorporamos la perspectiva de género y el enfoque de derechos humanos, hallaremos un sinfín de obstáculos estructurales que no dependen directamente de la economía, pero sí son causados por ella, tales como la cooptación de jóvenes para trabajos forzados, la orfandad de niños por la desaparición de sus padres, cuidadores, el desplazamiento forzado que tienen que hacer miles de personas por la violencia en sus territorios, así como muchas infancias que no pueden acceder a la educación por falta de identidad o porque están luchando por sus vidas en medio de conflictos, guerras y hostilidades de todo orden; empero, es necesario recordar siempre que la educación no se resume en estos datos ni en el conocimiento que recibimos en las escuelas tradicionales, sino que se fortalece con las experiencias diarias, la crítica hacia las injusticias que nos acontecen y del diálogo que se teje con los demás en comunidad.

De los señalados principios, debe desprenderse la educación popular, pues tiene como puntos esenciales el intercambio de experiencias y el reconocimiento de saberes de cada persona que es parte del compartir colectivo, con el objetivo de promover la organización para la acción y transformación comunitaria; de ahí que educar desde los derechos humanos y para la construcción de paz sea repensar el mundo como lo conocemos, reconocer a la otra persona y reconocernos en ella para identificar sí, las diferencias, pero ante eso, las posibilidades comunes de coordinarnos y construir esos otros mundos posibles que anhelamos, clamamos y definitivamente queremos; esto es, imaginar cómo todos bien y mejor podemos contribuir a transformar nuestros contextos en donde se respeten los derechos humanos de todas las personas, sin importar etnia, origen, género, identidad sexual, edad. Es reconocer que la organización estudiantil y juvenil puede accionar políticamente para abonar a la paz, justicia y democracia.

De ahí que nuestro contexto necesite muchas respuestas, todas las respuestas, pero más preguntas hacia quienes toman las decisiones en los gobiernos, no sólo en la cuestión educativa, sino en las distintas esferas de nuestra vida, pues como alguien dijera, todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, la gente educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz; y de ello se trata.

*Ingeniera Industrial. Especializada en Proyectos de Desarrollo

¿Cómo le pareció el artículo?
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

Por editor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *