Por: Alvin Gustavo Quiñones Casanova*
El vínculo desarrollo social / salud pública, sostienen de manera tanto vehemente como arraigada expertos en la temática, está en la capacidad de acción de los sujetos, en la capacidad de diseñar y ejecutar sistemas de salud propios, pero también en la autonomía de definir y experimentar el proceso salud/enfermedad desde sus lógicas y puntos de vista. Teóricos de la antropología han contribuido los últimos años a fortalecer cuerpos cognoscitivos que permiten dar cuenta de la diversidad de perspectivas que construyen el mundo; situación que implica formas y contenidos culturales múltiples en torno al cuerpo, la naturaleza y la sociedad y, en ese término, en torno a la salud. Válida filosofía para estar y actuar en el mundo que multiplican las miradas.
En este sentido, la voz de los sujetos, tanto de manera individual como colectiva, resulta clave en la conjunción desarrollo/salud, pues son ellos desde el territorio los que proveen las herramientas prácticas para aproximarse a un sistema de carácter público entre las comunidades. No se trata de potenciar capacidades o libertades preestablecidas y esquemáticas desde planes elaborados a nivel central sin ninguna apropiación o re-conceptualización cultural, ni mucho menos orientar el desarrollo social de la comunidad respecto a la salud pública desde directrices o estrategias lideradas por organismos internaciones en la búsqueda parcial de indicadores abstractos e inaccesibles para la gente.
Se trata, y ello debe quedar claro, construir alternativas a partir de las categorías de salud y desarrollo, entendidas desde la cosmovisión de los sujetos y sus comunidades, con todo lo que ello implica en torno a las prácticas en atención y servicios de salud pública en un proceso local propio; de allí que partiendo de un adecuado concepto de desarrollo social, es posible que podamos pensar la salud pública como un campo autónomo en el que deben tomarse en cuenta aspectos tales como las modernidades alternativas, y, desde luego los discursos y prácticas de los movimientos sociales.
Nos lleva lo cual a reconocer y en ello no hay discusión, que las comunidades en sus territorios han construido históricamente formas alternativas de percibir el proceso salud/enfermedad; lo que quiere decir que han elaborado conceptos y prácticas para definir, significar, curar y manejar la enfermedad desde su saber tradicional y también han elaborado respuestas a la imposición de un modelo biomédico hegemónico.
Esa definición ontológica de salud/enfermedad tiene efectos en la configuración del campo de la salud pública e indica, como bien se sostiene, que los colectivos desde sus propias medicinas definen y legitiman ¿qué agentes conocen la enfermedad? ¿de qué manera se administra, se legitima y se reconoce ese saber? ¿cuáles son las prácticas, los usos y las costumbres en torno a los procesos salud/enfermedad? ¿cuáles son los itinerarios terapéuticos de atención y cura? y ¿cuáles los elementos sociales, subjetivos, comunitarios, naturales y trascendentales que configuran la salud? entre otras particulares y generales consideraciones. Es un enfoque teórico que permite ser sensible a los aspectos culturales de las comunidades en los territorios, partiendo del reconocimiento de la diferencia y de los aspectos de hibridación; toda vez que las modernidades alternativas en salud pública abren el campo al diálogo intercultural desde el reconocimiento mutuo de los sistemas de salud institucionales y tradicionales.
Así mismo, permite relativizar los parámetros dados por los planes de desarrollo y salud pública, al punto de construir desde lo local una definición colectiva y autóctona del concepto, puesto que no se trata de construir un simple enfoque diferencial articulado a un sistema de salud pública moderno y homogeneizante para cumplir con los acuerdos y protocolos internacionales en alguna medida a través de estrategias o consultas previas; sino romper con las conceptualizaciones desarrollo social y salud pública; y, configurar algo distinto que hable y actúe desde nociones y paradigmas interculturales real y verdaderamente diversos.
Paradigmas que surjan de la reflexión y de la resolución de conflictos que afectan sin lugar a dudas el desarrollo de la salud pública en comunidades en los territorios; es decir, un sistema público híbrido que integre los contenidos de lo secular y lo sagrado desde las perspectivas culturales, reconociendo la alteridad que a la vez permita y supere con imaginación la crisis ecológica mediante lo racional integrado con su misticismo sin horadar las filosofías propias; y que también complejice las lógicas económicas del mercado global superando la miopía técnica con una propuesta relacional sujetos / cuerpo / sociedad / naturaleza / trascendencia.
Es definitiva y contundentemente ir con decisión tras una salud intercultural de doble vía, que rompa y vaya más allá de las relaciones de poder verticales entre lo general y lo particular, la modernidad y la tradición; y cree discursos, epistemologías y prácticas hibridadas, integrales y complementarias. De eso debe tratarse respecto de todo cuanto articule desarrollo social y salud pública, en la seguridad de ganar todos sin rupturas, para sí avanzar sin traumatismos por senderos sanitaria y políticamente correctos como debe y tiene que ser.
*Médico. Especializado. Empresario de la Salud. Candidato a la Asamblea del Departamento de Nariño