Periódico El Derecho
Es esta una carta del poeta nadaista Jaime Jaramillo Escobar a Raúl Gómez Jattin, dos grandes, dos poetas mayores sin duda de la literatura colombiana, más exactamente de la poesía, lo que es mucho decir en un país, aún considerado de poetas, la cual dice:
«Querido Raúl: He estado recomendando mucho tu poesía: a todo aquel que está enfermo le receto dos poemas tuyos y al que se acusa de algún pecado le mando a leer tres veces el poema de la burrita. A los viajeros les recomiendo llevar tus poemas en el bolsillo y a los que llegan les presento tus poemas como la única cosa vital, grande, oxigenada, robusta, libre, natural y bella que tenemos aquí: lo único con fuerza joven, originalidad, audacia, libertad y novedad que se encuentra hoy en el bazar de la poesía colombiana; lo único que se desborda, que brama, que tiene impulso y pasión, el único vendaval que nos refresca, primitivo, animal y selvático como un desodorante de TV, lo único apasionado y amoroso, lo único!!
Lo demás está reglamentado por la Academia, pero tú eres territorio libre del poema. Todos los demás estamos maniatados por la crítica, los reglamentos del verso, los corsés de la gramática, las normas de la sociedad, los preceptos religiosos, las jaulas políticas, los considerandos utilitaristas, las órdenes de los diáconos, la urbanidad, los regaños de la familia, las conveniencias del matrimonio, los impedimentos del trabajo, los rezagos burgueses.
Pero tú eres el viento, eres un potrillo, eres el río que arrasa, no limitas con nada, no tienes cuñados en el cielo, no tienes participación en la bolsa de valores, eres un bruto, eres Atila, eres el mismísimo Adán, Dios en persona completamente loco deshojando los bosques y tirando las hojas al aire, eres el ciclón, la barriga pelada, el escándalo furioso, todo lo que yo no soy ni hay aquí poeta que lo sea, eres el fauno, el unicornio, el centauro, el volcán, eres el putas!
Las polvorientas calles de Cereté te ven y no te creen, porque nos ha dado por pensar que los poetas tienen que vivir en Bogotá, muerto de frío a las puertas de la Academia mendigando un gerundio y poniendo mucho cuidado para que no los vaya a picar el qué galicado. Los poetas de Bogotá se hacen tratamientos para la conjugación, toman pastillas para el pronombre, siguen una dieta rigurosa de solecismos y cacofonías y sufren el estreñimiento de la lengua.
Pero tú ya hiciste la revolución, pusiste el mundo patas arriba, aunque no se den cuenta los que viven boca abajo. Estallaste, y aunque el eco de ese estallido se demore en llegar a la Tierra, te amo como a fuerza primigenia que crea y modela. Cuando empezabas apenas a caminar dabas los primeros pasos de siete leguas, poeta desbocado, lenguaraz, deslenguado, gigantón y desnudo, desusado, desmesurado, indomable. Aunque aún no te había visto, presumo que tu persona debe tener ese hálito avolcanado de tus poemas. No cabrías en mi pequeño cuarto, no cabrías en esta ciudad, tú eres el padre de la selva. Mándame todos los poemas que tengas, quiero ahogarme en ellos. La poesía colombiana te estaba necesitando porque nosotros caímos en la trampa. Tú eres el único que queda libre. No te dejes coger. No te dejes cazar.» / IVA