Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Construir unidad requiere tanto de ascendencia como de un reconocido liderazgo para resolver en mejor manera las disputas internas o externas que puedan darse en cualquier organización, independientemente que su participación sea poca o mucha, pero que dicha persona tenga entidad y haga siempre lo política y moralmente correcto, hecho que da soporte importante a lo actuado en uno u otro sentido y significancia.

Y aunque es bien sabido que ningún liderazgo es eterno, refiere la historia que los grupos, movimientos sociales y partidos políticos que llegan al poder y plantean cambios en la manera de hacer política y manejar la economía de un país se han enfrentado, entre otros problemas, al problema de las sucesiones; pudiendo ver entonces dos maneras de resolver el problema; la permanencia en el poder del líder histórico que permite cierta estabilidad, pero genera cierto desgaste, y finalmente, ante el fallecimiento o abandono del poder, los equilibrios se rompen al interior de los partidos y gobiernos; además que de no ser sano que un líder permanezca mucho tiempo en el poder, lo que debería ser parte de sus esencia tanto por convicciones políticas como personales, puesto que el asunto de la sucesión plantea como problemas principales, la ya mencionada inestabilidad política ante la ausencia de un árbitro y conductor legitimado por todas las partes de un partido, y el posible cambio de rumbo de quien asume el nuevo encargo político.

La mayoría de nuestras organizaciones políticas se encuentran en un momento crucial en su vida como grupo, movimiento, partido y proyecto. Debiéndose entender que esto no se trata de una carrera de relevos, donde el primero en alcanzar la meta inicial entrega la estafeta a un segundo para continuar la carrera en términos prácticamente iguales; ya que lo real y verdaderamente importante, es que los cambios traigan consigo matices propios de quien vaya a liderar la coordinación de esa transformación.

Es garantizar sobre bases sólidas la continuidad administrativa de lo que es mejor hacer en beneficio y aprovechamiento ciudadano, colectivo y comunitario, por lo que quien entre a liderar tenga una mostrada y demostrada sólides y formación política, como lealtad al legado histórico de un mejor hacer, por lo que deben ponerse todos los esfuerzos habidos y por haber en el sentido de pertenencia que lleve a conducirnos a un verdadero cambio y transformación como ciudad capital, municipios y departamento, en lo que debe tenerse en cuenta que garantizar la unidad no es algo aislado, sino que debe responder a un esfuerzo colectivo, que requiere madurez para expresar y escuchar las diferencias políticas y de opinión en contexto de democracia, al igual que de actores que acaten y acepten con disciplina las decisiones tomadas colectivamente, al tiempo de respetar los y respeten los liderazgos que fueren del caso.

Importa en todo caso que los liderazgos que se acepten democráticamente actúen con apertura, determinación y sobre todo con la firme intención de evitar salirse de madre, sino concertarlo todo a través del acercamiento, del diálogo y de los acuerdos; pero jamás ni nunca a partir de presiones, extorsiones o chantajes, ya que la responsabilidad de construir unidad corresponde ciertamente a todos, en lo que importa e importará siempre la existencia de garantías para todos los efectos, mismas que permitan la suma de esfuerzos para consolidar desde el compromiso, liderazgos responsables en beneficio comunitario.

rubenceballos56@gmail.com *Jurista

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