Por: Hernando Pacific Gnecco*
Si el libro impreso fue la primera revolución del conocimiento, el internet y los motores de búsqueda representaron su democratización con la expansión de los saberes. Un dispositivo electrónico nos sitúa virtualmente en cualquier biblioteca del mundo, permitiéndonos abrir cualquier libro disponible; abruma el exceso de referencias.
La inteligencia artificial (IA) ayuda a enfocar la búsqueda de información, haciéndola menos complicada; hasta ahora, es una magnífica ayuda, pero todavía no es la solución definitiva. La manera tradicional de hojear libros extrayendo la información que requerimos sigue siendo el mejor método para desenterrar los datos disponibles y clasificar la ingente cantidad de información anodina que inunda la red. Quizás en un futuro cercano la IA y otras herramientas podrán perfeccionar las búsquedas, considerando nuestros requerimientos específicos.
Digitalizar y clasificar un libro no es tan sencillo como escanearlo y subirlo a una plataforma; catalogarlo requiere un trabajo similar al de un libro físico, hacerlo compatible con los formatos existentes, facilitar su búsqueda y muchas otras acciones que nos permiten abrirlo, leerlo en la pantalla, descargarlo y usarlo a necesidad; es bastante más complejo que una simple fotografía de su contenido. Por ahora, el libro físico no tiene fecha de caducidad, pero en breve tiempo será reemplazado en buena parte por los libros digitales. Los dispositivos para lectura de libros electrónicos son cada vez más sofisticados y emulan en buena parte al libro físico aun cuando son experiencias diferentes.
Las personas más jóvenes tienden a usar los dispositivos digitales y escuchar los audiolibros, abreviando tiempos cuando realizan multitareas. Para la vieja guardia es tan emocionante el olor a nuevo de un libro como el aroma de las viejas obras; está demostrado que leer un libro físico permite retener mejor la información, subrayar y hacer anotaciones al margen, genera mayor concentración durante la lectura, produce menos fatiga visual y mejor experiencia sensorial; compartir libros fomenta la interacción social. Además, no requiere baterías ni dispositivos electrónicos, son mucho más duraderos (recordemos la obsolescencia programada); disfrutamos más coleccionarlos y sacarlos de nuestras bibliotecas, y son más amigables con el medio ambiente. Desde luego, ocupan bastante espacio, son más costosos que los digitales, pero las ediciones coleccionables, bellísimas siempre, el libro electrónico apenas las emula.
A cambio, las ediciones digitales son más económicas, no ocupan más espacio que el tamaño del dispositivo en el cual se pueden guardar muchas más obras de las que podríamos alcanzar a leer; tiene contenidos enriquecidos como imágenes, videos, audios, enlaces, diccionarios y traductores que proporcionan un mayor potencial de información relacionada. Tienen ayudas interesantes como la búsqueda de palabras clave y el cambio del tamaño de las letras; algunos traen el audiolibro integrado, lo que permite escucharlos en audífonos mientras realizamos otras actividades. Sus grandes desventajas incluyen la fatiga visual y la afectación del sueño causados por la luz azul, dependen de energía eléctrica y de tecnología actualizada; un fallo del dispositivo puede borrar toda una biblioteca, presenta riesgos de seguridad y privacidad, hay mayor posibilidad de distracción durante la lectura (notificaciones, por ejemplo) y riesgo de dependencia tecnológica. La distribución ilegal tiene problemas (igual que el libro físico) de copyright. Su uso es difícil para personas mayores y con discapacidad visual. Lo más triste; afecta la caligrafía y la ortografía.
¿Cómo será el libro futuro? Es aventurado visualizarlo; podemos anticipar, sí, que mantendrá la estructura conceptual, será interactivo y guiado por IA. Algunos anticipan 3D y proyección laser (evitará la luz azul). El libro te mirará mientras tu lo miras, entenderá tus emociones durante la lectura y tus reacciones a los distintos pasajes, reconocerá tu estado de ánimo, sabrá si tienes sueño, cansancio, aburrimiento o problemas de comprensión lectora, pudiendo incluso cambiar el vocabulario o modificar el texto. Habrá novelas geolocalizadas que cambian el contenido según el lugar en que te encuentres, brindando una experiencia personalizada. El libro futuro aparece atrayente ¿acabará con el libro impreso? ¿ofrecerá una mejor experiencia? ¿Qué pensarán los autores? hernandopacific@hotmail.com
*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Columnista