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Por: Reinaldo Spitaletta*

En 1972, Gabriel García Márquez ganó el Premio de Novela Rómulo Gallegos, en Venezuela. Los US$25.000 del mismo los donó al Movimiento al Socialismo (MAS), un partido que entonces ya formulaba críticas contra el “socialimperialismo soviético” y había deslindado caminos con Moscú. Ese día, en la ceremonia de premiación, el galardonado dijo que estaba haciendo dos cosas que se había prometido no hacer jamás: “Recibir un premio y decir un discurso”. Poco tiempo después, el guajiro Armando Zabaleta compuso un paseo, “Aracataca espera”, en el que la emprende contra el escritor.

Lo grabó más tarde Jorge Oñate con los hermanos López. Hace unos días, en una parranda en la casa del vallenatero Silvestre Dangond, se escucharon las estrofas de esa vieja canción, gritadas por Carlos Vives: “Al escritor García Márquez hay que hacerle saber bien / que la tierra en la que nace es la que debe querer. / Y no hacer como hizo él, que su pueblo abandonó / y está dejando caer la casa donde nació”. Y se armó la tángana en las redes sociales.

La polémica desatada por un viejo paseo vallenato —y que muchos no habían escuchado nunca— ha incluido debates en torno a intérpretes de ese género y el paramilitarismo, materia nada lejana de la realidad, cuando se sabe, por ejemplo, que destacados intérpretes, como los hermanos Zuleta, han hecho públicas sus simpatías por ese escabroso y criminal movimiento. Podría recordarse en este punto, cuando García Márquez viajó a Estocolmo, en 1982, a recibir el Nobel, que su cortejo acompañante excluyó a Oñate (seguro por la grabación) e incluyó a los Zuleta, en otras circunstancias históricas y políticas, por supuesto.

Y así como compositores e intérpretes vallenatos han estado del lado de terratenientes y paracos, también hubo descollantes juglares como Máximo Jiménez que, por la misma época de la canción de Zabaleta contra García Márquez, estaba del lado de las luchas de los campesinos por la tierra. Jiménez, como se recuerda, tuvo simpatías de destacados autores e investigadores como Orlando Fals Borda, David Sánchez Juliao y García Márquez. Fue perseguido por el paramilitarismo en los 80, detenido y hostigado en varias ocasiones, y tuvo que exiliarse en Austria, cuando ya habían asesinado a un hermano y desaparecido a varios de sus familiares.

Volviendo al paseo de la discordia, en su tiempo causó rasquiñas y discusiones. La canción del guajiro habla de la casa de Aracataca donde nació García Márquez, que la estaba dejando caer, y aplaude al campeón Antonio Cervantes, Kid Pambelé, por haber influido entonces ante el gobierno de turno para que pusieran luz en su pueblo natal, San Basilio de Palenque. También se decía (asunto que sigue vigente) que el mantenimiento de los pueblos debe ser de los gobiernos, del Estado, y no de los escritores, cuya obligación fundamental es la de escribir bien.

La contribución en rama que hizo García Márquez al MAS venezolano (muy distinto, claro, al movimiento que tiempo después, con esa misma sigla, pero con objetivos muy distintos, surgió en Colombia: Muerte a Secuestradores, una de las semillas del paramilitarismo) causó rasquiña en sectores reaccionarios y, a la vez, originó discusiones en torno al rol del arte y la literatura en la sociedad.

*Comunicador Social Periodista. Máster en Historia. Columnista Invitado

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