Por Ec. Omar Escobar
El mundo occidental liderado por la anglosfera y el neoconservadurismo, el cual se basa en la seguridad democrática, la libertad del mercado y los valores cristianos, parece estar en decadencia y ha entrado en su reemplazo la Alternative-Right, liderada por Donald Trump, quien para nada es un intelectual pero si un demagogo capaz de viscerales discursos con abundantes dosis de racismo y sexismo y desdén por la democracia, pero eficaz para movilizar y despertar a su pueblo “blanco”.
El Journal of American Greatness, publicó en marzo de 2016, artículos sugestivos como: “Hacia un trumpismo razonable y coherente” pues argumentaban tener los pilares del trumpismo basados en el control de las fronteras, el nacionalismo económico bajo un solo criterio: patria o muerte – a la estadounidense-.
Otros sitios en internet como Radix Journal, Vdare, Occidental Observer, promocionan el «conservadurismo visceral» xenefobo y racista de Trump. La misma Hillary Clinton, lo acusó de transmitir esa «ideología racista emergente» y señaló que, si bien existió siempre un «sector paranoico» y racista en el paisaje político, «es la primera vez que el candidato de un gran partido lo alimenta, lo fomenta y le sirve de megáfono nacional»
Ante la debilidad intelectual de Trump, no faltan sus amigos intelectuales, entre ellos, los supremacistas blancos y antisemitas Kevin MacDonald, Jared Taylor, Greg Johnson (defensor del etno-estado blanco) y joven el politólogo pero filósofo neonazi Richard Spencer. Ellos son los encargados de construir la doctrina de derecha alternativa basada en un nacionalismo autoritario que reemplazara a la vieja escuela del conservadurismo gringo y se enfrentará a los demócratas de todo el mundo.
La periodista Laura Raim, nos recuerda que otrora tiempo, “Mussolini tenía a Filippo Tommaso Marinetti, Hitler tenía al teórico Alfred Rosenberg, al filósofo Martin Heidegger y al jurista Carl Schmitt”. Al parecer en EEUU, “se gestan en un extremo del espectro político, los «neorreaccionarios», ultralibertarios elitistas y ultracapitalistas que abogan por la supresión de la democracia. En el otro, se ubican los nacionalistas blancos de la Alt-Right, más estatistas y menos liberales desde el punto de vista económico, herederos del «paleoconservadurismo» de los años 1990. Todos tienen en común un rechazo por la «mentira igualitaria», como hecho y como valor, un gusto por el orden jerárquico, así como un esquema de lectura racial de la sociedad. Todos odian el progresismo (llamado liberalismo) que contaminaría tanto al Partido Demócrata como al Republicano”.
¿Será acaso que el factor cultural antes que las condiciones socioeconómicas e históricas, crean en cierto momento una mentalidad colectiva que encuentra eco en quienes interpretan ese clamor y se convierten líderes para objetivar dicho factor cultural? En ese sentido no hay dictadores, solo toman esa figura cuando esa mentalidad colectiva despierta pero el gobernante intenta mantenerse en contra de ella, es entonces cuando ese colectivo lo llama, el dictador. Es el caso de Idi Amin, Pinochet, Maduro… Trump sigue vigente, porque responde a esa mentalidad colectiva… mentalidad que se extiende a nivel de Latinoamérica, gracias a los medios de la desinformación. Con el resurgimiento del poder blanco, “dios bendecirá Estados Unidos” pero quien salvara a Latinoamérica?… el tiempo lo dira.