Por: José Manuel Herrera Brito
Necesitamos de alguien que le diga a nuestros mandatarios y dirigentes, si cuenta no se han dado, y por lo que vemos no lo han hecho, la verdad de lo que nos está pasando, nos pasa y de seguir así nos seguirá pasando. Que no se anden con medias tintas. Que actúen como les corresponde. Que gerencien, Que administren. Que gestionen. Que diligencien. Que se preocupen y ocupen de los problemas que acusamos. Que se hagan notar. Que se hagan sentir. Que se den cuenta que hay en nuestra gente mucho dolor contenido en sus almas y cuando ello sucede, ese dolor se enquista y trastorna el sentimiento de manera grave y las más de las veces, impredecible, que bien podría generar lastimosas, dañosas, dañinas e irreversibles consecuencias.
Requerimos de alguien que le diga a nuestros mandatarios y dirigentes que como municipios, ciudades, departamentos y regiones necesitamos un impulso, un empujón. Que se los pedimos por caridad. Que no podemos seguir así, como hasta hoy estamos. Que nos deben y tienen que ayudar. Que nos deben y tienen que echar una mano. Que de no ser así nos seguiremos hundiendo. Que no les estamos pidiendo cosas, avances, consolidaciones, obras y realizaciones que no nos correspondan. Que no es que queramos más que nadie, pero si lo justo. Que no se nos desconozca. Que estamos hasta la coronilla. Que la capacidad de aguante se agota y eso puede ser peligroso.
Alguien que le diga a nuestros mandatarios y dirigentes que nuestro pesimismo no es porque sí, inventado, masoquista ni gratuito. Es por que unos y otros han contribuido a crearlo, a generarlo. Porque nos tienen así, a la deriva, en medio de la nada, en medio del abandono, marginados, oprimidos, y estamos convencidos que lo que está por venir va a ser peor y va a haber más que palabras suplicantes. Alguien que le diga a nuestros mandatarios y dirigentes que siempre hemos sido un pueblo generoso. Que hemos dado a los demás lo mejor que tenemos. Que se reconozcan nuestros valores. Que ya estamos hasta arriba de tanto desprecio y de tanto abandono.
No es posible que en medio de tanta riqueza que poseemos no podamos tener unos entes territoriales de primera magnitud, que no haya sido posible explorarlos y explotarlos como se deberían. Oímos de muchos, que tenemos todo para hacer de ellos unos territorios pujantes, plenos de oportunidades, desarrollados, en permanente crecimiento.
Territorios en los cuales adelantar obras de infraestructura y emprendimientos mayores a todos los niveles, lo mismo que abiertos al turismo en las más de sus dimensiones, toda vez que se encuentran en ellos bellezas naturales para ser potenciadas, que hacen palidecer de envidia a ciudadanos de países que con menos de la mitad de lo que tenemos han vivido por lustros de esa tan noble como realmente rica y productiva actividad.