Por: Roberto Del Durca*
Filósofo existencialista del siglo XX, el pensamiento del francés Albert Camus en torno al absurdo y el sinsentido de la existencia viene atravesado por un gran espíritu crítico con la sociedad de su tiempo, marcada por el nihilismo y la falta de valores. Y a pesar de ser absurda y carecer de sentido, dice Camus, la vida merece la pena ser vivida. Albert Camus, fue ganador del Premio Nobel de Literatura en 1957. Importante filósofo existencialista del siglo XX.
Albert Camus, filósofo y novelista francés, nació el 7 de noviembre de 1913 en la colonia francesa de Argelia, tan solo siete meses antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. Hijo de colonos franceses, su vida y obra transcurre a lo largo de un contexto bélico y político sin precedentes, marcado por la violencia y la pobreza de una Europa cada vez más dividida por el auge del nacionalismo. El espectro filosófico en el que se sitúa su pensamiento es el existencialismo, influido por la filosofía vitalista alemana de Friedrich Nietzsche y Arthur Schopenhauer. Nociones como el absurdo o el nihilismo, así como la rebeldía y el suicidio, hacen de Albert Camus una figura clave para entender correctamente el existencialismo de la Francia del siglo XX, donde Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir también destacan como principales exponentes.
Veamos diez claves que nos ayudan a comprender el pensamiento de Albert Camus.
- El absurdo. El absurdo hace referencia a la experiencia de indiferencia que resulta de la confrontación del ser humano con el mundo. Dicho con otras palabras, se trata de una sensación que padece el individuo cuando toma conciencia de su situación espacial, carente de sentido más allá del plano humano en el que vive. Los valores éticos y morales, y las creencias que le han ayudado a conducir su vida por medio de la fijación de metas y sentidos, son puestas en duda con la losa del absurdo: una verdad intachable, que somos capaces de reconocer de forma clara y distinta, cual verdad cartesiana. Comprender el absurdo es sentir la vida al desnudo, es decir, exenta de todo fin o razón que la magnifique en un sentido u otro. Para Camus, la sensación más humana, demasiado humana quizá, es aquella que emerge de la sinrazón al observar el mundo en su totalidad. A diferencia de otras sociedades, el filósofo afirma la capacidad de Occidente para ver y pensar a extramuros, fuera del marco sociocultural en el que se encuentra. Las preguntas sin responder en torno a las vivencias individuales y colectivas, tales como sentido de la vida o la muerte, exigen una labor de reflexión por parte del individuo; un pensamiento crítico, que explique el porqué de tales sucesos, tan relevantes para nuestro plano vital: «Este mundo en sí no es racional, es cuanto se puede decir. Pero lo que es absurdo es la confrontación de esa irracionalidad con el deseo profundo de claridad cuya llamada resuena en lo más hondo del hombre. Lo absurdo depende tanto del hombre como del mundo. Es de momento su único lazo». El absurdo hace referencia a la experiencia de indiferencia que resulta de la confrontación del ser humano con el mundo. Se trata de una sensación que padece el individuo cuando toma conciencia de su situación espacial, carente de sentido más allá del plano humano en el que vive.
- El suicidio: «No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía». Así empieza una de las obras más importantes de la filosofía existencialista del siglo XX: El mito de Sísifo (1942), en la que Albert Camus describe el suicidio como uno de los mayores desafíos que tiene que enfrentar la filosofía. A lo largo de obras como El extranjero (1942), Calígula (1944), La peste (1947) o El hombre rebelde (1951), Camus muestra las fuertes implicaciones de esta capacidad que tiene el ser humano para tomar conciencia del absurdo que es el mundo que le rodea, cual totalidad aplastante, sin sentido ni valor. Sin embargo, el filósofo argelino defiende la necesidad de traspasar esa frontera en la que nos hemos quedado estancados como sujetos pasivos y autocomplacientes. Debemos actuar, rebelarnos y luchar por una vida buena, pues que esta sea absurda no significa que nada importe, que podamos concebir el suicidio como un acto lógico y liberador o que podamos matar sin justificación alguna. Lejos del suicidio, siempre quedará la salida de la rebeldía para hacer frente al absurdo, pues solo así será posible lograr una vida buena, protegida de esa quietud e inanición que trajo consigo la muerte de Dios: el nihilismo.
- El nihilismo y la necesidad de un salto de fe. El nihilismo, entendido como mentalidad de desarraigo y vacío de toda verdad y sentido, es combatido por toda la filosofía que discurre por las obras de Albert Camus. Su filosofía del absurdo constituye una alternativa a esa carencia de fe que el ser humano tuvo que enfrentar durante la primera mitad del siglo XX. Al contrario que las interpretaciones más superficiales de El mito de Sísifo, Camus trabaja el absurdo para mostrar una vía de escape al caos y la barbarie que derivaron del pensamiento nihilista, propiamente reflejado sobre el contexto bélico de su tiempo. Todos somos Sísifo, condenados a vivir una vida sin fin ni meta, cuya crueldad e indiferencia puede resultar sumamente desesperanzadora, lo que no justifica que la vida deje de ser respetada y protegida frente a toda forma de libertinaje criminal. Debemos ser capaces de dar un salto de fe para rebelarnos por un sentido vital, capaz de plantarle cara al absurdo y, así, escapar de las garras del miedo, el quietismo y la barbarie. Albert Camus defiende que no podemos ignorar nuestra naturaleza reivindicativa, valiosa y con sentido en tanto que capaz de rebelarse contra el absurdo. Solo de esta forma lograremos vivir una vida buena y feliz en sociedad, basada en el respeto mutuo y el sentido de lucha que cada sujeto aporta a su existencia: «Este universo en adelante no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esa piedra, cada fragmento mineral de esa montaña llena de noche, forma por sí solo un mundo. La lucha por llegar a las cumbres basta para llenar el corazón de un hombre. Hay que imaginarse a Sísifo feliz». Todos somos Sísifo, condenados a vivir una vida sin fin ni meta, cuya crueldad e indiferencia puede resultar sumamente desesperanzadora, lo que no justifica que la vida deje de ser respetada y protegida frente a toda forma de libertinaje criminal
- Una perspectiva del existencialismo como crítica social- Otra de las interpretaciones que podemos estudiar sobre la filosofía de Albert Camus es la crítica que hace a la sociedad, en concreto, a sus estructuras de alienación, control y opresión. La obra de teatro El estado de sitio (1948), de Camus, es un claro ejemplo de cómo nuestras sociedades tienen el poder de coartar la libertad de los individuos. Las epidemias, los conflictos bélicos o cualquier otra razón semejante que justifique la inmovilización de las personas son medidas asumidas por la sociedad como racionales y necesarias. Puede que no vivamos en estados totalitarios ni dictatoriales, religiosos o confesionales, pero la fe con la que seguimos los dogmas y mandatos tecnocientíficos como hechos incuestionables hace que tengan un mismo poder y soberanía política sobre nuestras vidas: «La peste: Yo reino, es un hecho; por tanto, es un derecho. Pero es un derecho que no se discute: debéis adaptaros». A través de prohibiciones y normas, nuestra vida en comunidad es susceptible de ser trastocada por causas de esta índole, pudiendo llegar incluso a separarnos de nuestros seres queridos más cercanos. La cuarentena domiciliaria, la obligación de permanecer dentro de la ciudad o de trasladarse a un hospital en caso de estar infectado son ejemplos utilizados por Camus también en su novela La peste (1947) para reflejar el poder de alienación y control de las sociedades modernas. Sin embargo, es importante tener en cuenta que, en el caso de esta obra, este control de la epidemia es una meta o fin superpuesto a los intereses individuales, ya que todos sacrifican su libertad de manera honesta y altruista por un fin superior: acabar con la peste.
- Rebeldía y honestidad. Seguido de lo anterior, lo que Albert Camus también trata de hacer ver con La peste es que la vida, pese a ser absurda y carecer de sentido, merece la pena ser vivida. En concreto, el absurdo de la existencia es reflejado a través de las consecuencias mortales que tiene la epidemia sobre niños, adultos y ancianos, sin distinguir el grado de maldad o inocencia de ninguno de ellos. La incesante lucha del protagonista —el doctor Rieux— por ayudar a sus pacientes es la encarnación de los valores de rebelión y solidaridad que trata de defender Camus en más obras como, por ejemplo, El hombre rebelde. El médico tiene la posibilidad de salir de la ciudad —huir del absurdo—, pero decide quedarse para ayudar a los demás —rebelarse contra el absurdo—, incluso pese a no poder despedirse de su mujer. La actitud del doctor no es solo una muestra de rebeldía, sino también de honestidad, es decir, de la potestad del individuo para seguir viviendo conforme a lo que sabe que es correcto, al margen de la cruel indiferencia con la que se muestra la realidad. El entorno en el que vive, carente de sentido, no le obliga a quedarse quieto, suicidarse o huir como había pensado su compañero Rambert en un primer momento, sino todo lo contrario. Su vida es el reflejo de una lucha constante contra el absurdo, y la actitud que adopta para rebelarse gracias a sus valores y creencias es lo único que le permite mantenerse en pie, pues solo así logra otorgar sentido a su existencia: «Tiene usted razón, Rambert, tiene usted enteramente razón y yo no quería por nada del mundo desviarlo de lo que piensa hacer, que me parece justo y bueno. Sin embargo, es preciso que le haga comprender que aquí no se trata de heroísmo. Se trata solamente de honestidad. Es una idea que puede que le haga reír, pero el único medio de luchar contra la peste es la honestidad».Lo que Albert Camus trata de hacer ver con La peste es que la vida, pese a ser absurda y carecer de sentido, merece la pena ser vivida.
- Conciencia moral– Según Camus, la gente debería ser capaz de rebelarse por un ideal de convivencia en un estado justo y bueno, tal como hizo Sócrates por su ciudad. Sin embargo, esta lucha no debe realizarse al margen del sentido del honor que comporta la rebeldía camusiana, pues se estaría violando el mismo principio y sentido por el cual se lleva a cabo. Un ejemplo muy claro de esto puede encontrarse en la obra de teatro Los justos (1949), en la que el protagonista, Kaliayev, comienza negándose a lanzar la bomba al Gran Duque de Rusia, ya que pondría en peligro la vida de personas inocentes. En este ejemplo, Kaliayev es consciente de que, si acaba con el Gran Duque, conseguirá acabar también con toda la miseria que provoca su reinado; sin embargo, pasar por alto las vidas de los niños a los que también les afectará la bomba sería un acto deshonesto y ruin. Si no, se trataría de una derrota, pues significaría el abandono del sujeto ante ese mismo absurdo al que intenta plantarle cara. Lejos de defender una ética utilitarista, Camus nos dice que tenemos que actuar con conciencia moral de nuestras acciones, esto es, valorar las consecuencias que tendrán para los demás, pues solo así será posible una vida buena en sociedad: «Kaliayev: Hermanos, quiero hablaros francamente y deciros por lo menos esto que podría decir el más simple de nuestros campesinos: matar niños es contrario al honor. Y si alguna vez, en vida mía, la revolución llegara a separarse del honor, yo me apartaría de ella. Si lo decidís, iré dentro de un instante a la salida del teatro, pero me arrojaré bajo los caballos»6.
- La no violencia: altruismo y solidaridad. El nihilismo, así como otros tipos de mentalidades modernas y posmodernas como la tecnocientífica, le arrebatan al ser humano lo más valioso que tiene en esta vida: la voluntad. Como bien decía Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación (1818), aquello que define a la esencia del ser humano es la voluntad de vida. En semejanza, Albert Camus defiende que toda idea o forma de convivencia que reprima este carácter del hombre para vivir, para rebelarse contra el absurdo, debe ser abolida cuanto antes, ya que impide el normal desarrollo del animal humano en sociedad. Somos seres interdependientes, con la voluntad de sacrificarnos para encontrar un sentido vital que nos haga felices, y cuyo alcance solo lograremos en comunidad, a través de valores como el altruismo y la solidaridad hacia nuestros semejantes. Es aquí donde puede verse el proyecto no acabado de Albert Camus en torno a la toma de conciencia del absurdo, la rebelión y el amor. Su filosofía empieza con la necesidad de tomar conciencia del absurdo, no solo a nivel existencial, sino para ver el sinsentido del conflicto sociopolítico de su época, en este caso, las dos guerras mundiales y la disputa entre Francia y Argel. Los valores de la solidaridad y el altruismo que se desprenden del amor hacia nuestra comunidad moral son lo único que puede permitirnos cambiar las cosas a mejor. Tal como está configurada la naturaleza humana y social que nos constituye, estos nos posibilitan impregnar de sentido nuestras vidas de una forma sana, sin el uso de la violencia, por medio de acciones motivadas en favor de los demás. La filosofía de Camus empieza con la necesidad de tomar conciencia del absurdo, no solo a nivel existencial, sino para ver el sinsentido del conflicto sociopolítico de su época, en este caso, las dos guerras mundiales y la disputa entre Francia y Argel
- El amor: un proyecto filosófico no acabado. Escribe Albert Camus en La peste: «Hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio». Y añade: «El doctor Rieux decidió redactar la narración que aquí termina, por no ser de los que se callan, para testimoniar en favor de los apestados, para dejar por lo menos un recuerdo de la injusticia y la violencia que les había sido hecha y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio». Esta es una de las citas más célebres del libro, dicha por su protagonista, el doctor Rieux. Y es que fue precisamente la fe en el ser humano aquello que permitió a Camus ejercer una crítica a la sociedad de su tiempo, denunciando la guerra en favor del amor como única salida para lograr una vida buena. Para ello, es imprescindible que los individuos se conozcan a sí mismos, es decir, que no ignoren cuál es la verdadera condición humana que les atraviesa como seres sociales e interdependientes que son, incapaces de afrontar con éxito el absurdo en soledad. Así, junto con el reconocimiento del absurdo y la rebeldía, el amor juega un papel clave en la filosofía de Albert Camus, el cual no pudo ser debidamente desarrollado a causa de su muerte temprana. Solo gracias a este tercer elemento es posible disponer del ánimo necesario para llevar a cabo esta lucha que nos ha tocado vivir, sacrificándonos por el cariño y el respeto que sentimos hacia nuestros semejantes. Esta forma de felicidad es el amor por la vida, no necesariamente romántico ni instrumentalizado, sino desinteresado. Un apego por los demás que supere las barreras del narcisismo, más allá de nuestra propia individualidad, y que logre abarcar a todos los integrantes de nuestra comunidad moral. Junto con el reconocimiento del absurdo y la rebeldía, el amor juega un papel clave en la filosofía de Camus, el cual no pudo ser debidamente desarrollado a causa de su muerte temprana
- Los valores: libertad, justicia, coraje y honor. En lo que respecta a la libertad, Albert Camus utiliza la noción existencialista del absurdo para denunciar la ausencia de una moral compartida que medie sobre la libertad del ser humano. La libertad del ser humano, vacío y desorientado al carecer de una verdad o patrón tutelar al que aferrarse, supone una nueva configuración del seno de las sociedades modernas. Nuestras acciones ya no vienen regidas por un deber trascendente e impuesto moralmente, sino construido y autoinfligido por nosotros mismos. Como bien enunció Sartre con El existencialismo es un humanismo (1964), «estamos condenados a ser libres», por tanto, recae sobre nuestros hombros una responsabilidad que no nos queda más remedio que sobrellevar sin excusas. El problema es cuando nuestra vida egocéntrica, necesitada de un equilibrio espiritual e interior para sentirnos bien, al margen de valores como el honor, nos empuja a mancharnos las manos sin pensar en un bien común como la justicia. Tal como expresó Camus en su obra de teatro Calígula (1944) a través del personaje Quereas, quien se dispone a hacer frente al emperador y a ese nihilismo suicida que refleja su reinado, es de vital importancia tener el coraje suficiente para luchar por estos preceptos morales de libertad, justicia y honor si queremos disfrutar de una vida buena, esto es, con razón de existir: «Quereas: No es la primera vez que un hombre dispone en Roma de un poder sin límites, hasta el punto de negar al hombre y al mundo. Eso es lo que me aterra de él y lo que quiero combatir […] lo que me resulta insoportable es ver desvanecerse el sentido de esta vida, ver desaparecer nuestra razón de existir. No se puede vivir sin una razón». Otro ejemplo podemos encontrarlo en el mencionado personaje del doctor Rieux, cuyos valores de honestidad, solidaridad y valor son los que le permiten combatir la epidemia, dejando de lado toda mentalidad o peste nihilista que le pudiera paralizar.
- Miedo a la muerte y amor al destino (Albert Camus y Nietzsche). Finalmente, cabe hablar de Nietzsche como uno de los filósofos que más influyeron sobre Camus. Nietzsche también trató de encontrar la forma de darle sentido y valor a la existencia humana al margen de creencias supraterrenales, es decir, aceptando la vida tal y como es, cual mundo dionisiaco, absurdo y material que constituye el reino sin Dios en el que habitamos. Tanto en obras como El nacimiento de la tragedia (1872) —Nietzsche— como La muerte feliz (1971) y El extranjero (1946) —Camus—, ambos autores se preocupan por elaborar una filosofía vitalista que esclarezca aquello que otorga un significado a la vida, más allá de toda religión, miedo a la muerte o ilusión teleológica. En sintonía con Nietzsche y su amor al destino —amor fati—, el mensaje que subyace a las obras de Albert Camus podría concebirse de la siguiente forma: solo si aceptamos la indiferencia de nuestro devenir podremos vivir el presente sin miedo, con alegría y, por tanto, felicidad. Dicho de otro modo, el ser humano, perdido y carente de creencias, puede llegar a ser feliz, incluso pese a reconocer el absurdo de esa muerte inevitable que a todos nos espera. Para ello solo es necesario amar nuestro destino, tal como entendió el personaje de Mersault en La muerte feliz cuando dice: «Esa muerte que había mirado con el terror de un animal, entendía que temerla significaba temer la vida. El temor a morir justificaba un apego ilimitado a eso que está vivo en el hombre. Y cuantos no habían hecho los gestos decisivos para elevar su vida, cuantos temían y exaltaban la impotencia, todos ellos temían la muerte porque sancionaba una vida en que no habían participado».
*Comunicador Social – Periodista. Autor. Columnista.