Por: Hernando Pacific Gnecco*
La batalla contra la dañina comida chatarra se libra en muchos frentes. Desde los ultraprocesados hasta determinadas comidas, estos productos pueden afectar la salud. En Colombia ya está vigente el etiquetado octogonal negro advirtiendo del exceso de azúcares, grasas (especialmente saturadas) y sodio; fue muy difícil aplicar la resolución 810 de 2021 expedida por el Ministerio de Salud y Protección Social que lo reglamenta. La presión sobre el ministerio y el congreso para evitar esa norma fue potente y sostenida; sin embargo, la evidencia y la necesidad de reducir el impacto por ese tipo de “alimentación” se impusieron. Pero esto no es suficiente.
Apenas estamos aprendiendo a revisar las etiquetas de los alimentos empacados; ahí está la clave para decidir los comestibles que podemos ingerir. Empecemos por evitar los ultraprocesados que, en general, contienen conservantes, saborizantes (glutamato monosódico, especialmente), estabilizantes, grasas vegetales potencialmente dañinas; son productos muy palatables, por lo tanto, agradables y también “adictivos”. Las bebidas gaseosas contienen altas cantidades de azúcares simples (glucosa, sacarosa, maltosa o fructosa, entre otras) o edulcorantes, disimuladas por el elevado contenido de ácido fosfórico. Las bebidas energizantes contienen grandes magnitudes de cafeína, taurina, azúcar y aditivos estimulantes del sistema nervioso, logrando en ocasiones exceder los umbrales seguros; la OMS recomienda limitar su consumo en niños, adolescentes y adultos jóvenes, sugiriendo elevar los impuestos correspondientes.
Las grasas vegetales han sido cuestionadas por su tipo y los procesos industriales; las grasas saturadas (sólidas a temperatura ambiente) se asocian al aumento del “colesterol malo” (LDL) y los consecuentes problemas cardiovasculares. Las grasas trans aparecen cuando los aceites vegetales líquidos se transforman en sólidos (margarinas); son comunes en comestibles empacados ultraprocesados. Las grasas hidrogenadas, presentes en frituras industriales, aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares, dislipidemias, diabetes tipo 2, obesidad e hipertensión. Desde luego, hay mucho más.
Desde este mes, México dio un paso más buscando la reducción del consumo de estos comestibles, controlando directamente la alimentación escolar; quedó totalmente prohibida la venta de comida chatarra en todos los centros educativos, públicos y privados, desde la primaria hasta la media superior, tanto en los planteles como en los alrededores. Con esta iniciativa, la Secretaría de Educación Pública (equivalente a un ministerio) busca fomentar hábitos alimenticios más saludables. Así, prohibieron en los centros educativos todos los refrescos y bebidas azucaradas, papas fritas y productos con exceso de sodio, panadería y galletería industrial, y pizzería distinta a la artesanal. El problema de sobrepeso y obesidad en México es epidémico; entre casi 130 millones de habitantes, más del 70% de los adultos y cerca del 35% de la población infantil padecen sobrepeso y obesidad; las consecuencias son catastróficas en términos de salud pública, ya que es causante de enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes, hipertensión, dislipidemias, trastornos respiratorios, cardiovasculares, óseos, articulares y otros más. Es que México, después de Estados Unidos, Argentina y Bélgica, es el mayor consumidor de bebidas azucaradas; el promedio está alrededor de 180 litros/persona/año, no muy distante de Estados Unidos, con 192 litros/persona/año.
Pero el pecado recae también en la deliciosa comida mexicana, en función de sus ingredientes, cantidades y hábitos alimentarios. Se puede presentar por consumo excesivo de grasas, carbohidratos y de cantidades excesivas; por otra parte, el Colegio Mexicano de Nutriólogos sugiere que este tipo de alimentación puede prevenir la diabetes tipo 2, hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares, siempre en función de sus componentes. Agreguemos que, en cuanto al consumo de alcohol, México está en el puesto 10 en el mundo, con 7,2 litros/persona/año, frente al 9,6 de Chile, el mayor consumidor, y los 4,8 que se aplicaban los mexicanos en 2020.
Hispanoamérica es gran consumidor de comida chatarra; en Europa preocupa el aumento de su consumo. La tarea para reducirla a “sus justas proporciones” es larga, dispendiosa y titánica. Colombia apenas la inicia; nuevamente, insistimos en la educación alimentaria a padres, maestros y niños, mucha pedagogía y acceso fácil a los alimentos verdaderamente nutritivos.
*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Conferencista. Columnista