Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
El trabajo trae sus frutos, y aunque el esfuerzo que demanda esa labor puede ser grande, el resultado nos trae y adiciona beneficios a nuestras vidas. Muchos viven soñando o anhelando alcanzar metas, algunos hablan mucho de esos sueños y viven planificando en sus mentes lo que hicieran con ello, pero sin un trabajo concreto para desarrollar esos sueños o esos deseos. Un esfuerzo sino va acompañado de planes, proyectos y programas, lo que arropa es desilusión, desesperanza, angustia y pérdida de tiempo. Se pierde energía pensando en los sueños que se quieren alcanzar, pero que no se concretan. Se pierde tiempo valioso al hablar con tanta pasión y muy frecuentemente sin hacer nada más que eso, hablar. Se pierden oportunidades en otras cosas, cuando solo se sueña con aquello que se anhela y se pierde el enfoque de nuevas cosas provechosas. Se pierde dinero cuando no se hace nada más que vivir hablando. En sí, hablar mucho y no hacer nada, empobrece.
No podemos, y sea propicia esta época para reflexionarlo, soñar por soñar ni desear por desear. Tampoco ser esclavos de la época, de la inercia, ni del tiempo, ya que necesitamos fortalecer, alma y cuerpo, sometidos a un permanente estrés, ante el ritmo de vida actual. Importa pasar de la crítica a la acción. Unirnos y reunirnos. Fomentar vínculos familiares y de amistad. Concebirnos cercanos unos de otros e intercambiar vivencias y experiencias. Sentirnos comprendidos ante el cúmulo de fracasos que nos agobian. No podemos caer en la desolación, sino crecer, recrearnos con buena mente y mejor espíritu, abrigar el apoyo y el consuelo de personas que se entienden, no se enfrentan, se respetan y consideran ciudadanos de un mundo que debe y tiene que equilibrarse, articularse y armonizarse. Es darnos valía, vivificarnos, renacer y rehacernos.
Darnos resistencia. Ser vitales, Superar conflictos, odios y vindictas, Garantizar la asistencia humanitaria. Priorizar la concordia sobre todo lo demás. Sobre la fuerza de las armas. Priorizar el diálogo. Aprender a vivir con desprendimiento, generosidad y la salvaguarda de los derechos de cada uno. Cada vez nos necesitamos más, por lo que interesa afianzarse como familia, despejarnos, acompasarnos y acompañarnos. Vivir bien y mejor. Nada de caer en indiferencia, no ser duros de corazón ni perder el entusiasmo. Precisamos recogernos, buscar esos momentos que nos hagan repensar nuestros trasegar y la orientación tomada, ante este mundo convulsionado. Se trata de fortalecernos interiormente. Conciliar los ánimos. Entender que querer es poder.
En efecto, hay que sobrepasar las adversidades. Ser constructores activos. Crecer integralmente como personas. Trabajar en equipos. Llamarnos a cambios y transformaciones. Al aliento solidario en beneficio de todos inspirados en los valores humanos. Comprometernos. Regular sentimientos y comportamientos. Ser conciliadores, cercanos y activistas de una sociedad libre y democrática, en la que podamos cohabitar, con iguales posibilidades.
*Jurista. Rubén Darío Ceballos Mendoza. rubenceballos56@gmail.com