Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
Las ciudades, es hoy mandato universal, deben pensarse de manera permanente y continua respecto de nuevos modelos; vale decir, referidas a estructuraciones mejores de conformidad con los cambios a todo nivel que de manera vertiginosa surgen en la búsqueda y procura de proveer superiores avances y calidad de vida para sus asociados. Desde su aparición, la ciudad ha sido la protagonista esencial de la presencia y la ocupación de la tierra por los humanos y su evolución histórica ha pasado por diferentes modelos urbanos (preindustrial, industrial, post industrial o post fordista). Hoy por hoy, es claro que se encuentra en una fase de cambio profundo, entre la recuperación del centro urbano y los viejos cascos históricos; el desarrollo de la sub-urbanización y la metro-politización hacia la llamada ciudad difusa o ciudad dispersa; por lo que cabe pensar que esa larga y cambiante historia ha tenido y tiene como como fin la búsqueda de una ¿utópica? ciudad habitable y de una tierra sostenible.
Es así, como evidente ha sido, el interés surgido por la conservación del patrimonio urbano y arquitectónico en los centros históricos, en lo que ha incidido el vertiginoso crecimiento urbano en la mayoría de las ciudades intermedias, propiciando un replanteamiento de los esquemas de planeación urbana; el deterioro en las finanzas; incremento significativo en la dinámica turística; razón por la que la consolidación de los centros históricos adquiere relevancia como gestor de un nuevo esquema de ciudad en términos funcionales, debido a la reorientación de actividades. Así se demuestra con el hecho que en casi la totalidad de los centros históricos se han aplicado acciones urbanas que contemplan la reubicación de equipamientos, con la finalidad de disminuir la intensidad de uso de los centros históricos, reubicaciones que incentivan la consolidación de subcentros urbanos, que a partir de una mayor concentración de usos comerciales y de servicios, impactan los patrones de movilidad intraurbana.
Llevan entre otros los referidos aspectos, a una serie de implicaciones sociales, no ignoradas, que subyacen detrás de acciones de reubicación, interesando en mucho privilegiar el factor histórico sobre otros componentes de la centralidad, pues facilita ello el aprovechamiento del potencial turístico que representa el patrimonio cultural edificado. En un proceso de planeación sobre los centros históricos, conviene plantear algunos aspectos que se identifican como retos por resolver, si se pretende que la nueva estructura contribuya no sólo a la conservación del patrimonio edificado, sino a una mayor calidad de vida de los habitantes de las ciudades.
Es por lo cual que se deben superar los inconvenientes que presenta en la actualidad el proceso de descentralización, en relación al uso y disfrute por parte de los propios habitantes de la ciudad y su patrimonio cultural edificado. Las políticas sobre centros históricos deben ser prioridad y como tal, su principal reto es lograr que no se convierta a las zonas históricas prescindibles dentro de la estructura urbana.
La dinámica turística sobre los centros históricos, es previsible que llegue a propiciar una interrelación a nivel regional e incluso internacional, con centros históricos de otras ciudades, pues cada vez se presentan más acciones de promoción turística en conjunto bajo el esquema de complementariedad y no competencia; Sin embargo, el reto consiste en la búsqueda constante de un equilibrio interno de la ciudad, ya que se corre el riesgo de generar vinculaciones interregionales a nivel de centros históricos de otras ciudades, a grado tal, que la orientación de su vocación dependa más de factores externos, que internos y particulares de la ciudad de la cual forman parte. Lo único cierto en todo lo cual, es la necesidad imperiosa de estar siempre a tono con los cambios sucesivos que las ciudades de hoy registran en beneficio colectivo. rubenceballos56@gmail.com
