Por: Rafael Robles Solano*
En vísperas de estas históricas elecciones programadas para elegir el nuevo Presidente de Colombia el próximo 19 de junio de 2022, escribo esta columna con sentimientos de enorme vergüenza ajena y tristeza porque hemos asistido a las más crudas de las confrontaciones mediáticas entre las campañas que se disputan el solio presidencial, donde han prevalecido en su mayor parte las propagandas sucias y los inclementes mensajes de odio, en un claro retroceso en contra de la paz y armonía que con urgencia requiere consolidar el país.
Ambos candidatos, desde orillas diferentes y casi que opuestas, tienen como banderas la plataforma de EL CAMBIO, como estrategias para luchar inicialmente contra la enorme corrupción que tiene contaminada la mayor parte de los escenarios públicos y privados, sin embargo, sus propuestas difieren sustancialmente en el umbral de sus raíces ideológicas, si es que se les puede enmarcar así, ya que uno, Rodolfo Hernández, quien con sus mensajes en redes, básicamente se presenta como de estirpe totalmente independiente, pero sin embargo, recogiendo en sus huestes a toda la gama florecida de la derecha, que con ocasión de la estruendosa derrota de su candidato en la primera vuelta, acudió masivamente a refugiarse bajo las banderas de sus aspiraciones presidenciales, mientras que el otro, Gustavo Petro, congrega las adhesiones de aquellos que se sienten identificados con sus planteamientos por una sociedad más igualitaria e inclusiva.
El hecho cierto es que, en medio de esta confrontación a la presidencia, lo que más a brillado por su ausencia, es la falta de debates sobre las propuestas de cada uno de ellos, destacándose sí, la utilización de los mensajes degradantes, insultantes y mal intencionados en contra de ellos. A Hernández, aunque a sus seguidores no les guste, le preceden sus múltiples y desafortunadas declaraciones en medios públicos de información, donde exhibe todo tipo pronunciamientos reprochables en contra de lo que no le agrada, como es el orden legal, institucional, ideológico, las mujeres, etc. Siendo estas salidas en falso, aunque ha intentado desvirtuarlas, son su mayor lastre para tener expedito su eventual triunfo. Y sobre su adversario, tenemos que arrastra muchísimas resistencias por sus antecedentes como exmilitante de un movimiento subversivo desmovilizado hace décadas, grupo nacido precisamente con ocasión de unas elecciones del año 1970, en las que el establecimiento consolidó un nunca esclarecido fraude electoral a favor del entonces candidato del Frente Nacional, Misael Pastrana Borrero. Además, se le tilda de ser simpatizante de las izquierdas que han fracasado estruendosamente en Latinoamérica.
Pero lo único cierto es que uno de los dos, será el próximo Presidente y que los apasionados seguidores del candidato vencido tendrán que resignarse y acatar el desenlace de las urnas. En este punto me detengo porque conviene resaltar los pedidos de las Organizaciones Internacionales, la iglesia, los gobiernos europeos, etc., para aceptar pacíficamente dichos resultados, llamados que son válidos y prudentes dada la enorme polarización que tiene fracturada a la sociedad colombiana, situación que para nada facilita el reconstruir la unidad nacional, la cual ojalá sea con la participación y colaboración genuina del candidato perdedor.
Finalmente concluyo señalando que es lamentable observar cómo actúan los portavoces de la extrema derecha, quienes fundan sus argumentos en contra del rival, sobre la falacia venenosa de que lo que está en juego es la democracia y las libertades, porque eso NO ES CIERTO y, además, porque es una vulgar estrategia, que para nada contribuye a la estabilidad social que tanto le urge al país.
De modo que esperemos y confiemos por el bien institucional de Colombia, en que accedamos a una transición pacífica en manos del vencedor y que se le permita a este ejercer su mandato sin las broncas desleales y propias de los derrotados.
*Rafael Robles Solano. Secretario Ejecutivo LIDERESOCIAL. lideresocial@hotmail.com