JOSÉ MANUEL HERRERA BRITO

Por: José Manuel Herrera Brito

Muchas son las penurias y necesidades sufridas por nuestros territorios que sería interminable relacionar, a las cuales urgen soluciones importantes con el propósito cierto de convenir de alguna manera sus ejes de progreso. No han sido afortunados nuestros municipios, se percibe en ellos pobreza, desaliento, desesperanza, orfandad de gestión y acciones por parte de la administración departamental que los conduzca por caminos de progreso. Requieren los mismos de avances significativos, adelantos de verdad, sentar en ellos bases sólidas de recuperación, más cuando las secuelas de esta triple emergencia que aun vivimos sigue dando coletazos, mismos que a todas luces parecen que no serán los últimos debido a lo mal y peor tratada que ha sido la misma.

Se observa en ellos una gran inequidad, concepto ético éste que implica una valoración de la desigualdad, desde algún valor o sistema de valores. El valor central para definir una desigualdad como inequidad es la justicia, de manera que la inequidad es una desigualdad considerada injusta, lo que obliga de manera importante a que sí o sí tenemos que centrarnos hacia donde real y verdaderamente queremos ir como municipios y desde luego como departamento.

Anhelamos un departamento que progrese junto y que acabe con la brecha cada vez más dañosa de las inequidades y de paso de las desigualdades. Arrastramos deficientes servicios sanitarios que no a todos llega igual y al mismo tiempo. Parecemos un departamento vacío, lastrado por la desidia e incomprensión de nuestros políticos y dirigentes. Apenas estrellas menores sin ningún eco en las altas esferas nacionales, con lo que ayudan a que sigamos desaprovechando los elementos esenciales que contribuyen a que tengamos una soportada cohesión del departamento, la región y el país.

La pobreza en las zonas rurales del departamento ha sido una condición persistente, de ahí la necesidad, hoy más que nunca, de profundizar en el entendimiento de las dinámicas todas que favorecen que lo cual perdure, en lo que conveniente es una revisión que nos permita encontrar que el detrimento de las zonas rurales del departamento se explica en buena medida por los procesos políticos y económicos que han sido impulsados por las élites urbanas para su beneficio y el desarrollo de la ciudad que habitan. Bajo, repito, son los niveles en la provisión de servicios públicos para las poblaciones rurales, en comparación con los altos niveles de las áreas urbanas, lo que amerita que se le ponga coto a tal situación en beneficio colectivo.

Tenemos igualmente que apostarle con prontitud a la digitalización, a la modernización y profesionalización de los sectores definitivamente enraizados en la ruralidad, donde importante son el campo, la agricultura, la ganadería, la agroindustria y el turismo, espacios que le darán a nuestros territorios vida de sobra y por demás duradera. El Magdalena bien puede constituirse en una gran huerta, en una despensa de calidad; lo que requiere de una voluntad decidida, de juiciosa inversión, de positivismo, en ruta a procurar los equilibrios que necesitamos en nuestras siempre negativamente discriminadas unidades territoriales. saramara7@gmail.com

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