Por: Periódico el Derecho

La cultura es un proceso en el cual interactúan formando un todo coherente, una serie de elementos tales como,  conocimientos, creencias,  valores, arte, leyes, educación y toda clase de habilidades y hábitos adquiridos por los seres humanos, en tanto miembros de una sociedad en particular, la cual requiere de estímulos permanentes para avanzar, toda vez que constituye como ninguna otra actividad parte esencial para el desarrollo integral de individuos y pueblos; más hoy que enhorabuena es una muy rentable industria.

Sostiene la UNESCO que la economía creativa aporta el 3% del PIB mundial, las industrias culturales y creativas generan 2.25 billones de dólares y el sector cultural emplea a 30 millones de personas en el mundo. Mucho es en nuestro medio los ingresos que reportan las actividades asociadas con el sector cultural, además de empleos. Diversidad cultural y creatividad son parte fundamental para el desarrollo social y sostenible de los países, más allá de su contribución a la economía, que no es menos importante. Ambas son consideradas un motor de desarrollo, tanto lo es, que la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 2021 como Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible.

Cultural y entretenimiento, cuyo aporte nutre el alma, el conocimiento y contribuye al bienestar y la salud, merece todo el apoyo, fomento y empuje para recuperarse y, en tal sentido, resulta fundamental establecer un plan nacional para el impulso y desarrollo de la economía naranja, tan en boga en el contexto orbital, la cual es un concepto basado en el desarrollo y el impulso a las actividades que se desprenden de la creatividad, el entretenimiento, el arte y la cultura, mismas que son consideradas como elementos relevantes para el desarrollo social y económico de los países. En ella se incluyen todas las actividades artísticas y culturales, el patrimonio cultural y la industria creativa.

El modelo ha sido acogido y adoptado en muchos países, ente ellos nosotros, donde se ha posicionado como ejemplo de primera magnitud al contar con un Plan Nacional de Desarrollo de Economía Naranja y un Consejo Nacional en ese mismo sentido, a través de los cuales promueve y estimula la formación de empresas y la creación de empleos, destina recursos y fomenta la capacitación, la certificación, la promoción y la difusión de las artes, la cultura y la creatividad, haciendo alianzas estratégicas con instituciones, organizaciones y el sector empresarial, lo que ha merecido el aplauso de todos.

El propio Banco Interamericano de Desarrollo – BID, lanzó en 2017 la iniciativa Región Naranja, con la finalidad de posicionar a América Latina y el Caribe como el centro de la creatividad, concentrando la red más completa y diversa de creativos propios de esta región. Es de destacar con letras de molde, que son cada vez más las voces y las voluntades que se suman en esta labor, en el propósito cierto de rescatar y apoyar las actividades artísticas y culturales que tanto enriquecen nuestra vida en sociedad y en el país no nos podemos quedar atrás, particularmente dada la importancia del mismo, lo que obliga a que tengamos que apoyar la economía naranja, particularmente por cuanto nuestra riqueza artística y cultural, además de enorme es difícilmente inigualable. La cultura nos necesita y no podemos dar la espalda a los artistas, creadores, promotores y a todas las demás personas que son parte activa de esta gran industria.

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